Los franciscanos primeros en México no tuvieron la tentación demagógica de fulminar a los españoles con excomuniones colectivas, ni pensaron -como Las Casas-en declararque todos eran criminales, usurpadores y que todos estaban «en pecado mortal». Ellos fueron mucho más humildes y realistas. Denunciaron con energía cuantos abusos veían, pero en modo alguno pensaron en descalificar globalmente la acción de España en América, ni quisieron tampoco calumniar al conjunto de los españoles que allí estaban.
Motolinía, por ejemplo, refiriéndose a la primera y trágica experiencia de las Antillas, habla de que allí muchos españoles vivían «tratando a los hombres peor que a bestias, y tuviéronlos en menos estima, como si en la verdad no fuesen criados a la imagen de Dios» (I,3, 65). Y en referencia a la Nueva España, él mismo denuncia con amargura a aquellos españoles que no vinieron a América sino a «buscar el negro oro de esta tierra que tan caro cuesta, y a enriquecerse y usurpar en tierra ajena lo de los pobres indios, y tratarlos y servirse de ellos como de esclavos» (III,11, 391).
Sin embargo, ya en las fechas en que escribe, hacia 1540, Motolinía dice en el mismo texto: «Aunque yo sé y lo veo cada día que [algunos españoles] quieren ser más pobres en esta tierra que con minas y sudor de indios tener mucho oro; y por esto hay muchos que han dejado las minas. Otros conozco que, de no estar bien satisfechos de la manera como acá se hacen los esclavos, los han ahorrado. Otros van modificando y quitando mucha parte de los tributos y tratando bien a sus indios. Otros se pasan sin ellos, porque les parece cargo de conciencia servirse de ellos. Otros no llevan otra cosa más de sus tributos modificados, y todo lo demás de comidas, o de mensajeros, o de indios cargados, lo pagan, por no tener que dar cuenta de los sudores de los pobres. De manera que éstos tendría yo por verdaderos prójimos» (I,3, 66).
El franciscano Lino Gómez Canedo, historiador español actual residente en México, piensa que «los abusos a que se refiere [Motolinía] existieron en los primeros años: según otros testimonios del tiempo -especialmente las cartas de los franciscanos de 1532 y 1533- fue de 1525 a 1530, bajo el gobierno de los sucesores de Cortés y la Primera Audiencia. Empezaron a disminuir con Zumárraga y la Segunda Audiencia, y fueron casi del todo eliminados por los dos primeros virreyes, Mendoza y Velasco (1535-1564). El propio Motolinía pinta otra situación muy distinta en su carta de 1555 [a Carlos I], refutando las exageraciones de Las Casas» (219).
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.