* El plan del enemigo es destruir el rostro de Dios en nosotros para después destruirnos a nosotros, que somos su rostro y su imagen.
* Para lograr su propósito, desde su entrada en la historia de los hombres, el demonio ha usado lo que pude llamarse la GRAN MENTIRA, a saber, que uno debe escoger entre ser obediente (a Dios) o ser feliz.
* Una vez que esa división se instaura en el corazón humano, es cosa de tiempo para que uno reclame su supuesto “derecho” a ser feliz, y entonces, siguiendo esa lógica, vea a Dios como un estorbo.
* Para mantenernos en el pecado, el enemigo pone delante nuestro nuevas y nuevas carnadas o anzuelos. Y cuando nos fastidiamos de la finitud de lo creado entonces intenta seducirnos con un escapismo fácil e irresponsable–pero que lleva en sí la destrucción de nuestra naturaleza.
* ¿Cómo puede Cristo rescatarnos de tal situación? A través de cuatro estrategias principales:
(1) La fuerza y bondad de su sanación, que nos lleva a la certeza de que Dios sí es bueno y sí quiere nuestro bien.
(2) La atención particular a los excluidos pues cuando uno está herido por el mal de otros o el propio mal uno se siente excluido.
(3) La predicación de la verdad, que restaura un apetito fundamental del corazón humano y que destruye la capacidad de la mentira para engañarnos.
(4) El testimonio y la enseñanza de dirigirnos a Dios como Padre.