¿Sirven los libros de autosuperacion?

“Desde Osho en la India hasta Paulo Coehlo en Brasil, casi todos los países tienen a escritores de este género entre los más leídos. “Difunden la ilusión de que la angustia se va a resolver rápido, aunque sea algo muy complejo. Pueden producir ciertos efectos, pero son superficiales y transitorios. En cualquier momento, las personas vuelven a sentir el mismo u otro malestar. No resuelven la causa de la angustia”, aseguró Enrique Novelli, psicoanalista de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), en diálogo con Infobae América…”

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Llegada a México de los Doce

En 1524, los Doce apóstoles franciscanos partieron de San Lúcar de Barrameda, el 25 de enero, alcanzaron Puerto Rico en veintisiete días de navegación, se detuvieron seis semanas en Santo Domingo, y llegaron a San Juan de Ulúa, junto a Veracruz, puerta de México, el 13 de mayo.

Cuenta Bernal Díaz del Castillo (cp.171) que, en cuanto supo Cortés que los franciscanos estaban en el puerto de Veracruz, mandó que por donde viniesen barrieran los caminos, y los fueran recibiendo con campanas, cruces, velas encendidas y mucho acatamiento, de rodillas y besándoles las manos y los hábitos. Los frailes, sin querer recibir mucho regalo, se pusieron en marcha hacia México a pie y descalzos, a su estilo propio. Descansaron en Tlaxcala, donde se maravillaron de ver en el mercado tanta gente, y, desconociendo la lengua, por señas indicaban el cielo, dándoles a entender que ellos venían a mostrar el camino que a él conduce.

Los indios, que habían sido prevenidos para recibir a tan preclaros personajes, y que estaban acostumbrados a la militar arrogancia de los españoles, no salían de su asombro al ver a aquel grupo de miserables, tan afables y humildes. Y al comentarlo, repetían la palabra motolinía, hasta que el padre Toribio de Benavente preguntó por su significado. Le dijeron que quiere decir pobre. Y desde entonces fray Toribio tomó para siempre el nombre de Motolinía (MendietaIII,12).

Ya cerca de México, como vimos, Hernán Cortes salió a recibirles con la mayor solemnidad. Y los indios se admiraban sobremanera al ver a los españoles más grandes y poderosos besando de rodillas los hábitos y honrando con tanta reverencia a aquellos otros tan pequeños y miserables, que venían, como dice Bernal, «descalzos y flacos, y los hábitos rotos, y no llevaron caballos sino a pie, y muy amarillos». Y añade que desde entonces «tomaron ejemplo todos los indios, que cuando ahora vienen religiosos les hacen aquellos recibimientos y acatos» (cp.171). Esta entrada de los Doce en México, el 17 de junio de 1524, fue una fecha tan memorable para los indios que, según cuenta Motolinía, a ella se refieren diciendo «el año que vino nuestro Señor; el año que vino la fe» (Historia III,1, 287).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

¿María, Esposa del Espíritu Santo?

Necesito por favor luz en lo siguiente: En una catequesis acerca de un canto que dice ” A María, la esposa del Espíritu, alabanza honor y bendición…” Les decía que no esta bien llamar a la Virgen María esposa del Espíritu Santo porque, sí es verdad que por la acción del Espíritu Santo fue engendrado el hijo de Dios, pero Dios Padre es el Padre de Jesús, valga la redundancia; no es el Espíritu Santo el Padre de Jesús. María es la llena del Espíritu Santo mas no esposa… — A. Cárdenas.

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Gracias por escribir. Es verdad que diversos autores, incluyendo santos como Luis María Grignon de Montfort y Juan Pablo II se han referido al Espíritu como “esposo” de la Virgen o equivalentemente la han llamado a Ella “esposa” del Espíritu. Pero eso no significa que esa expresión sea la más adecuada para referirse a este misterio de unión tan sublime. De hecho, hay buenos argumentos para no compartirla. Y si es cierto que hay margen para diversas interpretaciones, eso no quiere decir que cualquier interpretación se pueda dar ni tampoco que todas sean igualmente válidas. En la expresión “Esposa del Espíritu” hay serios inconvenientes que pueden condensarse en:

(1) María resulta con dos esposos. O alternativamente, José deja de ser verdadero esposo de María. Aparte de que repugna solo pronunciar estas palabras, semejante lenguaje se opone a lo que leemos en Mateo: “No temas acoger a María, tu mujer…” Y si la palabra “esposo,” aplicada al Espíritu Santo,no significa “verdadero esposo” entonces, ¿para qué usarla? ¿De verdad queremos afirmar que María tiene un esposo verdadero y otro simbólico?

(2) El uso milenario de “Espíritu” es femenino, en hebreo: Ruah. Aquí el problema no es sólo que repugne a nuestra sensibilidad eso de que la Ruah sea “esposo” de María sino que semejante idea tenía que ser completamente ajena a la mentalidad de los primeros cristianos; por lo mismo, es absolutamente artificial agregarla al texto bíblico.

(3) Si el Espíritu “esposo” engendra a Cristo, no sólo tenemos una similitud más que preocupante con los mitos paganos, según he señalado en otros lugares, sino que el Espíritu queda como Padre de Cristo, en detrimento de toda la revelación evangélica sobre la relación entre Cristo y su Padre del Cielo. Aún más, un Espíritu que hace de “padre” de Jesús, viene a completar el genoma de Cristo a partir de la célula germinal de María. Estamos en el terreno del lenguaje mítico del “semi-dios,” lo cual es semiarriano o monofisita, según se mire.

Mi sugerencia, humilde y razonada, es: evítese la expresión “Esposa del Espíritu Santo.” Úsense en cambio otras expresiones que hablan con suficiente elocuencia de unión, inhabitación y presencia; por ejemplo: María, Sagrario del Espíritu de Dios.