#CompletasFrayNelson para el Martes
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Cristo recupera su verdadero puesto en nuestras vidas, nos invita a acoger su llamado y a crecer para que Él sea nuestra plenitud.
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Necesito por favor luz en lo siguiente: En una catequesis acerca de un canto que dice ” A María, la esposa del Espíritu, alabanza honor y bendición…” Les decía que no esta bien llamar a la Virgen María esposa del Espíritu Santo porque, sí es verdad que por la acción del Espíritu Santo fue engendrado el hijo de Dios, pero Dios Padre es el Padre de Jesús, valga la redundancia; no es el Espíritu Santo el Padre de Jesús. María es la llena del Espíritu Santo mas no esposa… — A. Cárdenas.
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Gracias por escribir. Es verdad que diversos autores, incluyendo santos como Luis María Grignon de Montfort y Juan Pablo II se han referido al Espíritu como “esposo” de la Virgen o equivalentemente la han llamado a Ella “esposa” del Espíritu. Pero eso no significa que esa expresión sea la más adecuada para referirse a este misterio de unión tan sublime. De hecho, hay buenos argumentos para no compartirla. Y si es cierto que hay margen para diversas interpretaciones, eso no quiere decir que cualquier interpretación se pueda dar ni tampoco que todas sean igualmente válidas. En la expresión “Esposa del Espíritu” hay serios inconvenientes que pueden condensarse en:
(1) María resulta con dos esposos. O alternativamente, José deja de ser verdadero esposo de María. Aparte de que repugna solo pronunciar estas palabras, semejante lenguaje se opone a lo que leemos en Mateo: “No temas acoger a María, tu mujer…” Y si la palabra “esposo,” aplicada al Espíritu Santo,no significa “verdadero esposo” entonces, ¿para qué usarla? ¿De verdad queremos afirmar que María tiene un esposo verdadero y otro simbólico?
(2) El uso milenario de “Espíritu” es femenino, en hebreo: Ruah. Aquí el problema no es sólo que repugne a nuestra sensibilidad eso de que la Ruah sea “esposo” de María sino que semejante idea tenía que ser completamente ajena a la mentalidad de los primeros cristianos; por lo mismo, es absolutamente artificial agregarla al texto bíblico.
(3) Si el Espíritu “esposo” engendra a Cristo, no sólo tenemos una similitud más que preocupante con los mitos paganos, según he señalado en otros lugares, sino que el Espíritu queda como Padre de Cristo, en detrimento de toda la revelación evangélica sobre la relación entre Cristo y su Padre del Cielo. Aún más, un Espíritu que hace de “padre” de Jesús, viene a completar el genoma de Cristo a partir de la célula germinal de María. Estamos en el terreno del lenguaje mítico del “semi-dios,” lo cual es semiarriano o monofisita, según se mire.
Mi sugerencia, humilde y razonada, es: evítese la expresión “Esposa del Espíritu Santo.” Úsense en cambio otras expresiones que hablan con suficiente elocuencia de unión, inhabitación y presencia; por ejemplo: María, Sagrario del Espíritu de Dios.