[Retiro a la Provincia de Bogotá de las Hermanas de la Presentación. Junio de 2015,]
Tema 02 de 10: Vita Consecrata
* Promulgada en 1996, la Exhortación Apostólica Vita Consecrata se inscribe en un contexto cultural marcado por cuatro grandes hechos, a lo menos:
(1) La revolución de Mayo de 1968 en París: crisis de sentido de la vida; acumulación de desconfianza contra las grandes instituciones y grandes relatos.
(2) La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín, en agosto de 1968: puso de relieve las múltiples injusticias que atraviesan un continente en su mayoría católico. Abrió el camino hacia la Teología de la Liberación.
(3) La caída del comunismo soviético, en 1989, hecha visible con la caída del muro de Berlín. Entre otras cosas, este hecho dejó al capitalismo individualista y consumista como prácticamente único jugador en el ámbito mundial.
(4) El surgimiento de una sociedad “post-moderna” que no cree en los “grandes relatos” y que se encierra con egoísmo pragmático en sus pequeños intereses.
* Escribe el Papa Juan Pablo II:
Quiero dirigirme con esta Exhortación apostólica a toda la Iglesia, para ofrecer no sólo a las personas consagradas, sino también a los Pastores y a los fieles, los resultados de un encuentro alentador, sobre cuyo desarrollo no ha dejado de velar el Espíritu Santo con sus dones de verdad y de amor.
En estos años de renovación la vida consagrada ha atravesado, como también otras formas de vida en la Iglesia, un período delicado y duro. Ha sido un tiempo rico de esperanzas, proyectos y propuestas innovadoras encaminadas a reforzar la profesión de los consejos evangélicos. Pero ha sido también un período no exento de tensiones y pruebas, en el que experiencias, incluso siendo generosas, no siempre se han visto coronadas por resultados positivos.
Las dificultades no deben, sin embargo, inducir al desánimo. Es preciso más bien comprometerse con nuevo ímpetu, porque la Iglesia necesita la aportación espiritual y apostólica de una vida consagrada renovada y fortalecida. Con la presente Exhortación postsinodal deseo dirigirme a las comunidades religiosas y a las personas consagradas con el mismo espíritu que animaba la carta dirigida por el Concilio de Jerusalén a los cristianos de Antioquía, y tengo la esperanza de que se repita también hoy la misma experiencia vivida entonces: « La leyeron y se gozaron al recibir aquel aliento » (Hch 15, 31). No sólo esto: tengo además la esperanza de aumentar el gozo de todo el Pueblo de Dios que, conociendo mejor la vida consagrada, podrá dar gracias más conscientemente al Omnipotente por este gran don. (Vita Consecrata, 13)