“La opinión «ya antigua» según la cual el ateo puede ser “buena persona” en una sociedad cristiana, se está convirtiendo en el “dogma” según el cual sólo el ateo puede ser buena persona en una sociedad democrática. La idea de que la fe en Dios lleva a la intolerancia y al fanatismo, parece confirmarse cada vez que los medios de comunicación informan sobre algún acto de violencia o terrorismo por motivos religiosos…”
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