Vocación profética, 16 de 16, Conclusión y envío

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 16 de 16: Conclusión y envío

* La Carta “¡Alegraos!” de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica es un valioso documento preparatorio para el Año de la Vida Consagrada, a celebrarse en el 2015, por deseo del Papa Francisco. Inspirándose en palabras que el Papa ha dirigido a religiosos y religiosas en distintos momentos, retomamos algunas preguntas de esta Carta:

— Quería deciros una palabra, y la palabra era alegría. Siempre, donde están los consagrados, los seminaristas, las religiosas y los religiosos, los jóvenes, hay alegría, siempre hay alegría. Es la alegría de la lozanía, es la alegría de seguir a Cristo; la alegría que nos da el Espíritu Santo, no la alegría del mundo. ¡Hay alegría! Pero, ¿dónde nace la alegría?

— Mira en lo profundo de tu corazón, mira en lo íntimo de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea algo grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o lo has dejado sofocar por las cosas, que acaban por atrofiarlo? Dios te espera, te busca: ¿qué respondes? ¿Te has dado cuenta de esta situación de tu alma? ¿O duermes? ¿Crees que Dios te espera o para ti esta verdad son solamente “palabras”?

— Somos víctimas de esta cultura de lo provisional. Querría que pensarais en esto: ¿cómo puedo liberarme de esta cultura de lo provisional?

— Esta es una responsabilidad, ante todo, de los adultos, de los formadores. Es vuestra, formadores, que estáis aquí: dar un ejemplo de coherencia a los más jóvenes. ¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos nosotros coherentes! De lo contrario, el Señor nos dirá lo que decía de los fariseos al pueblo de Dios: “Haced lo que digan, pero no lo que hacen”. Coherencia y autenticidad.

— Podemos preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, para darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por esa mundanidad espiritual que empuja a hacer todo por amor a uno mismo? Nosotros, consagrados, pensamos en los intereses personales, en el funcionalismo de las obras, en el carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas podemos pensar… Por así decirlo ¿me he “acomodado” en mi vida cristiana, en mi vida sacerdotal, en mi vida religiosa, también en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a “salir fuera”, hacia los demás?

— A los pies de la cruz, es mujer del dolor y, al mismo tiempo, de la espera vigilante de un misterio, más grande que el dolor, que está por realizarse. Todo parece verdaderamente acabado; toda esperanza podría decirse apagada. También ella, en ese momento, recordando las promesas de la anunciación habría podido decir: no se cumplieron, he sido engañada. Pero no lo dijo. Sin embargo ella, bienaventurada porque ha creído, por su fe ve nacer el futuro nuevo y espera con esperanza el mañana de Dios. A veces pienso: ¿sabemos esperar el mañana de Dios? ¿O queremos el hoy? El mañana de Dios para ella es el alba de la mañana de Pascua, de ese primer día de la semana. Nos hará bien pensar, en la contemplación, en el abrazo del hijo con la madre. La única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la esperanza de la madre, que en ese momento es la esperanza de toda la humanidad. Me pregunto a mí y a vosotros: en los monasterios, ¿está aún encendida esta lámpara? En los monasterios, ¿se espera el mañana de Dios?

Vocación profética, 15 de 16, Frente al relativismo

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 15 de 16: Frente al relativismo

* La denuncia que en su tiempo hizo el Papa Benedicto XVI conserva todo su valor: padecemos la tiranía del relativismo. En un tal contexto, el sujeto se considera norma única de su propio bien, con dos repercusiones inmediatas: desconocimiento del bien común e incapacidad de asumir compromisos a largo plazo.

* Si se examina bien, las causas del relativismo hay que ubicarlas en una desconexión entre los tres vértices de un triángulo enunciado en la Encíclica Veritatis Splendor del Papa Juan Pablo II: se trata de los vértices de la verdad, la libertad y la felicidad. Cuando se disloca la relación entre ellos, el capricho subjetivista se alza como tirano.

* Para mostrar el vínculo entre libertad y verdad basta darse cuenta de que cuando decimos que la libertad consiste en hacer lo que venga en gana, uno se pone en poder de quien le genere las “ganas.” En efecto, el deseo es en buena parte un constructo que sale de los diseños inteligentes de los publicistas y de los técnicos en ingeniería social. La única manera de no entregar la propia libertad al ponerse en manos de las “ganas” es discernir con la luz de la VERDAD qué es lo necesario, lo correcto, lo justo, y así sucesivamente. Donde se ve que no es posible desconectar libertad y verdad.

* La verdad desconectada de la felicidad se vuelve puro estoicismo, puro voluntarismo, o puro formalismo. Al final, el alma pide también gozo, y el edificio moral se desploma buscando excesos. Para conectar verdad y felicidad es preciso discernir cuáles son nuestros verdaderos bienes y cómo a través de esa búsqueda verdadera encontramos verdadera felicidad.

Vocación profética, 14 de 16, Frente a la marginación y la exclusión

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 14 de 16: Frente a la marginación y la exclusión

* El gran llamado del Papa Francisco a que salgamos de nosotros mismos y miremos hacia las “periferias” no es, estrictamente hablando, una novedad: es el camino del Evangelio, desde Cristo mismo, y es el camino de los consagrados de todas las épocas.

* Dar atención, dignidad, escucha, afecto, y nuevas oportunidades a los que son sistemáticamente excluidos está en la esencia de la vida religiosa porque Cristo vivió y predicó fundamentalmente en un ambiente que ya hemos identificado: los Pobres de Yahvé. Eso no impide que otros reciban el Evangelio pero sin duda lo recibirán en cuanto lleguen a percibir su propia pobreza, no en cuanto se consideren fuertes o muy listos.

* Como religiosos nos corresponde ayudar a vencer prejuicios; enseñar que se puede aprender algo de todos; y, en contra del marxismo, enfatizar el construir.

Vocación profética, 13 de 16, Frente al secularismo

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 13 de 16: Frente al secularismo

* Sobre la base de las reflexiones precedentes debemos situar los principales desafíos para la vida religiosa.

* Algo queda claro: esta forma de vida mira siempre hacia la frontera. Lo propio del religioso es estar en la frontera; pero no para irse sino para ensanchar la casa que es la Iglesia, sin que ella pierda su esencia y su aire reconocible de familia.

* Una primera frontera es el secularismo: es la pretensión de omitir o extinguir la presencia de lo religioso, primero en la esfera pública y después del conjunto de la vida social y humana. La consigna secularista es la de Nietzsche: “Permaneced fieles a la tierra.”

* El secularismo no deja lugar a la piedad, a la que ve como un recurso de imaginación infantil. Si Dios es una especie de “amigo imaginario,” lo único que importa es mejorar este mundo. Tal mentalidad ha entrado en algunos religiosos que pretenden justificar su presencia en el mundo desde su sola capacidad de mejorar las condiciones de vida de algunos pobres.

* Es preciso ver que los religiosos somos irreemplazables solamente en nuestra capacidad de testimoniar la supremacía de Dios; en todo lo demás nos puede reemplazar el Estado. Por eso la defensa del futuro de la vida religiosa implica la capacidad de ser signos del lugar de Dios en el corazón humano, de modo que los laicos, así convencidos y afectivamente cercanos, se unan en defensa de las instituciones que el Estado pretenderá quitarnos bajo uno u otro pretexto.

Vocación profética, 12 de 16, Profetismo laical

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 12 de 16: Profetismo laical

* ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta!, anhelaba Moisés (véase Números 11,29). Su deseo puede verse cumplido, por lo menos parcialmente, al constatar el paso del Espíritu por todo el pueblo de Dios, y muy a menudo, en medio de los laicos.

* Los fieles laicos, por su bautismo y propia vocación, están en el centro de las tensiones entre la Iglesia y el Mundo, que vienen sucediéndose, con mayor o menor intensidad, desde hace siglos.

* Algunos sitúan las raíces del conflicto tan temprano como los comienzos del siglo XIII, en la medida en que el nacimiento de las universidades ya significa un espacio de omisión de la palabra revelada. Así sucedió, por ejemplo, en la voluntad expresa de la Universidad de Bolonia de tener una cátedra de derecho civil, que toma como referencia no la Biblia, sino el antiguo Derecho Romano.

* De la omisión se ha pasado después a la ironía, la ruptura, y también un cierto espíritu de derrota en algunos católicos que finalmente han claudicado y han pretendido que la fe debe sencillamente adaptarse a los criterios de cada época y cultura. A esto se llama “modernismo” y es una herejía.

* El espíritu Santo, sin embargo, no deja de soplar, y ha inspirado en todas las épocas modos nuevos de responder y avanzar con la luz del Evangelio. Movimientos como el Opus Dei, la Acción católica, la Legión de María, la Renovación Carismática o el Camino Neocatecumenal, de diversos modos han mostrado la vitalidad del bautismo y el modo de realizar plenamente una vocación laical.

Vocación profética, 11 de 16, Órdenes Mendicantes

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 11 de 16: Órdenes Mendicantes

* Una serie de nuevos contextos culturales aparecen entre los siglos XII y XIII: el “evangelismo,” que quiere leer la Biblia “sin glosa” y aplicarla al pie de la letra; el afianzamiento de los centros urbanos como polos de crecimiento y desarrollo; la redistribución del tejido social según oficios y gremios, y no por nobleza o clerecía. Es tiempo de experimentos, novedades y herejías. ¿Cómo se puede hacer presente la fe cristiana en ese conjunto nuevo de situaciones?

* Las Órdenes Mendicantes son en buena parte una respuesta. Su espíritu comunitario, subrayad por el término “fratres;” su énfasis en el estudio (dominicos) o la minoridad (franciscanos) como nuevos caminos de acceso a los que parecen distantes; el horizonte cultural cosmopolita de nacimiento y la itinerancia son parte de un modo nuevo de vivir y propagar el Evangelio con todas sus implicaciones. Domingo y Francisco han sido desde entonces considerados como presencias y voces proféticas que mostraron la novedad del Espíritu en la raíz profunda de su amor inquebrantable a la Iglesia.

Adónde va la falsa compasión de la eutanasia

«Si se abre la botella, es difícil volver a meter el genio» Theo Boer, eticista holandés a favor de la eutanasia, cambia de opinión después de ver 4.000 casos Theo Boer, profesor de ética de la universidad holandesa de Groningen, apoyó durante muchos años las políticas de eutanasia (matar enfermos) del gobierno holandés, y hablaba a menudo de los controles supuestamente estrictos y los equilibrios rigurosos.

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Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1510-1558)

Este sevillano se fue a las Indias en 1527, con la expedición de Pánfilo de Narváez. Bajó Alvar con un grupo a tierra en Tampa, Florida, y al volver a la costa se habían ido las naves. Ahí comenzó una odisea increíble. Como pudieron, construyeron unas embarcaciones y llegaron por el Golfo de México hasta la Isla del Mal Hado, hoy Galveston, donde fueron apresados por los indios. Alvar y tres compañeros supervivientes escaparon, y a pie, completamente perdidos entre indios hostiles, y en ocho años de marcha incesante, hicieron miles y miles de kilómetros, atravesando Texas, hasta llegar a Sinaloa, al extremo oeste, y descender al sur de México.

Todo esto lo narra en sus Naufragios y Relación de la jornada de la Florida, que publicó en 1542. Aún le pedía el cuerpo más aventura, y fue nombrado Adelantado del Río de la Plata, en Asunción, donde fue gobernador con no pocas vicisitudes que narra en Comentarios.

En la isla del Mal Hado, estando Alvar y sus compañeros presos de los indios, éstos, esperando que habría algún poder extraño en aquellos blancos barbudos, les llevaban enfermos para que los curasen, y ellos, jugándose la vida, intentaban el milagro:

Uno de ellos, Castillo «los santiguó y encomendó a Dios nuestro Señor, y todos le suplicamos con la mejor manera que podíamos les enviase salud, pues él veía que no había otro remedio para que aquella gente nos ayudase y saliésemos de tan miserable vida; y El lo hizo tan misericordiosamente que, venida la mañana, todos amanecieron tan buenos y sanos, y se fueron tan recios como si nunca hubieran tenido mal ninguno. Esto causó entre ellos muy gran admiración, y a nosotros despertó que diésemos muchas gracias a nuestro Señor, a que más enteramente conociésemos su bondad y tuviésemos firme esperanza que nos había de librar y traer donde le pudiésemos servir»…

«Por toda esta tierra, cuenta Alvar, anduvimos desnudos, y como no estabamos acostumbrados a ello, a manera de serpientes mudabamos los cueros dos veces al año… Nos corría por muchas partes la sangre, de las espinas y matas con que topábamos… No tenía, cuando en estos trabajos me veía, otro remedio ni consuelo sino pensar en la pasión de nuestro redentor Jesucristo y en la sangre que por mí derramó, y considerar cuánto más sería el tormento que de las espinas él padeció que no aquel que yo entonces sufría» (Naufragios cp.22).

Estos hombres, malos o buenos, malos y buenos, eran cristianos y misioneros, pues tenían una firmeza absoluta en su fe. Y así, por ejemplo, descubridores y conquistadores, donde quiera que llegaban, atacaban la antropofagia, que estaba difundida, en unos sitios más, en otros menos, por casi todas las Indias. Desde el principio, en un planteamiento netamente cristiano, y no en una ética meramente natural, enseñaban que la ofensa al hombre era aborrecible sobre todo porque era ofensa a su Creador divino. Así, por ejemplo, siendo Cabeza de Vaca, años después, gobernador del Paraguay, llegaron a él muchas quejas,

y él «mandó juntar todos los indios naturales, vasallos de Su Majestad; y así juntos, delante y en presencia de los religiosos y clérigos, les hizo su parlamento diciéndoles cómo Su Majestad lo había enviado a los favorecer y dar a entender cómo habían de venir en conocimiento de Dios y ser cristianos, por la doctrina y el enseñamiento de los religiosos y clérigos que para ello eran venidos, como ministros de Dios, y para que estuviesen debajo de la obediencia de Su Majestad, y fuesen sus vasallos, y que de esta manera serían mejor tratados y favorecidos que hasta allí lo habían sido. Y allende de esto, les fue dicho y amonestado que se apartasen de comer carne humana, por el grave pecado y ofensa que en ello hacían a Dios, y los religiosos y clérigos se lo dijeron y amonestaron; y para les dar contentamiento, les dio y repartió muchos rescates, camisas, ropas, bonetes y otras cosas, con que se alegraron» (Comentarios cp.16).

La lucha contra los ídolos era también uno de los primeros objetivos de los conquistadores, y así, por ejemplo, lo consideró Cabeza de Vaca como gobernador:

«Según informaron al Gobernador, adelante la tierra adentro tienen los indios ídolos de oro y de plata, y procuró con buenas palabras apartarlos de la idolatría, diciéndoles que los quemasen y quitasen de sí, y creyesen en Dios verdadero, que era el que había criado el Cielo y la Tierra, y a los hombres, y a la mar, y a los peces, y a las otras cosas, y que lo que ellos adoraban era el diablo, que los traía engañados». Esta primera evangelización elemental de los conquistadores, al venir propuesta por el gran jefe de los blancos, con frecuencia impresionaba sinceramente a los indios. «Y así, quemaron muchos de ellos, aunque los principales de los indios andaban atemorizados, diciendo que los mataría el Diablo, que se mostraba muy enojado… Y luego que se hizo la iglesia y se dijo misa, el Diablo huyó de allí, y los indios andaban asegurados, sin temor» (Comentarios 54).

Muchas crónicas primeras de las Indias nos muestran que los conquistadores, con eficacia frecuente, fueron exorcizando los pueblos indios, liberándolos del Demonio y de su servidumbre idolátrica. En general, los conquistadores procuraban sujetar a los indios por la amistad y la alianza, antes que por las armas.

Y así procedía también Cabeza de Vaca, que una vez, por ejemplo, subiendo por el río Iguatú, hizo asiento con su expedición en un lugar determinado, y en seguida mandó hacer una iglesia, celebrar la misa y los oficios, y alzar «una cruz de madera grande, la cual mandó hincar junto a la ribera». Reunió luego a los españoles y guaraníes amigos, que acompañaban la expedición, dándoles orden severa de que respetasen a los indios pacíficos de aquel lugar, y mandándoles que

«no hiciesen daño ni fuerza ni otro mal ninguno a los indios y naturales de aquel puerto, pues eran amigos y vasallos de Su Majestad, y les mandó y defendió [prohibió] no fuesen a sus pueblos y casas, porque la cosa que los indios más sienten y aborrecen y por que se alteran es por ver que los indios y cristianos van a sus casas, y les revuelven y toman las cosillas que tienen en ellas; y que si trajesen y rescatasen con ellos, les pagasen lo que trujesen y tomasen de sus rescates; y si otra cosa hiciesen, serían castigados» (Com. 53).

Al parecer, el hecho de que gobernadores, como Cabeza de Vaca, hicieran abierto apostolado misionero en sus expediciones de descubrimiento y conquista fue relativamente frecuente en las Indias. Gonzalo Fernández de Oviedo, por ejemplo, cuenta del gobernador Pedro de Heredia, fundador de Cartagena de Indias, que

«por las mejores palabras que podía les daba a entender [a los indios] la verdad de nuestra fe, y les amonestó que no creyesen en nada de aquello [falso], y que fuesen cristianos y creyesen en Dios trino e uno, y Todopoderoso, y que se salvarían e irían a la gloria celestial. Y con estas y otras muchas y buenas amonestaciones se ocupaba muchas veces este gobernador para enseñar a los indios y los traer a conocer a Dios y convertirlos a su santa Iglesia y fe católica» (Historia General XVII,28).

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.