La adoración, especialmente ante el Santísimo Sacramento, trae frutos admirables.
(1) La adoración libera: del miedo a lo que nos puedan hacer; de los ídolos de esta tierra; de la tiranía del yo.
(2) La adoración trae humildad al corazón, y con la humildad, los bienes de la gracia.
(3) La adoración nos concede amar porque nos une a la fuente misma del amor.
(4) La adoración nos conceda unidad interior; unidad con toda la Iglesia, y en particular, con los Santos de todos los tiempos.