Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573)

Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573)

Nacido en Pozoblanco, Córdoba, en 1490, estudió filosofía en Alcalá y teología en Siguenza. En 1515 obtuvo una beca para estudiar en el Colegio español de Bolonia, donde pasó ocho años, especializándose en el estudio de Aristóteles, y doctorándose en Artes y Teología. Fue después en la corte pontificia traductor oficial de Aristóteles, y sirvió al cardenal de Vio, Cayetano, y al Cardenal Quiñones. Al regresar a España en 1536, residió en Valladolid, sede de la Corte, donde fue cronista de Carlos I y preceptor de Felipe II. Sacerdote y humanista, pasaba los inviernos en su Huerta del Gallo, en Pozoblanco, allí compuso la mayor parte de su abundante obra histórica, filosófica y teológica, y allí murió en 1573.

La historia conoce a Sepúlveda sobre todo por su encontronazo polémico con Las Casas, en lo referente a la justificación del dominio hispano en las Indias. Durante siglos, en cambio, hasta 1892, no se conoció la obra en que más explícitamente propuso sobre este tema su pensamiento, el Demócrates segundo o Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios, pues Las Casas consiguió, como vimos, que se prohibiera su publicación. En la edición mexicana de 1941, se lee en el prólogo de Marcelino Menéndez y Pelayo:

«Quien atenta y desapasionadamente lo considere, con ánimo libre de los opuestos fanatismos que dominaban a los que ventilaron este gran litigio en el siglo xvi, tendrá que reconocer en la doctrina de Sepúlveda más valor científico y menos odiosidad moral que la que hasta ahora se le ha atribuído. Fr. Bartolomé de las Casas trató el asunto como teólogo tomista, y su doctrina, sean cuales fueren las asperezas y violencias antipáticas de su lenguaje, es sin duda la más conforme con los eternos dictados de la moral cristiana y al espíritu de caridad.

«Sepúlveda, peripatético clásico, de los llamados en Italia helenistas o alejandristas, trató el problema con toda la crudeza del aristotelismo puro tal como en la Politica se expone, inclinándose con más o menos circunloquios retóricos a la teoría de la esclavitud natural… Los esfuerzos que Sepúlveda hace para conciliar sus ideas con la Teología y con el Derecho canónico no bastan para disimular el fondo pagano y naturalista de ellas. Pero no hay duda que si en la cuestión abstracta y teórica, Las Casas tenía razón, también hay un fondo de filosofía histórica y de triste verdad humana en el nuevo aspecto bajo el cual Sepúlveda considera el problema».

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

ESCUCHA, ¿Es indispensable creer en la Iglesia?

Escuela de Vida Interior, Tema 29: Creer en la Iglesia

* En el Credo hay una afirmación que resulta particularmente difícil de aceptar hoy: “Creo en la Iglesia…” Por supuesto, los ateos no dirán que creen en la Iglesia, y eso no nos extraña. El fenómeno que, en cambio, se da hoy es que un número no pequeño de católicos de origen y de formación han pasado a declararse “espirituales pero no religiosos.” Consideran que hay en ellos una dimensión trascendente y espiritual pero no se declaran parte de ningún culto organizado ni de ninguna religión.

* ¿Por qué la gente gusta hoy de declararse espiritual mientras se distancia de la religión como institución? Hay tres razones principales:

1. Al distanciarse de las religiones tradicionales se sienten y quieren ser vistos como personas “sin pasado.” Los desmanes y errores vergonzosos de los creyentes de otras épocas no les rozan, y eso da una sensación y un halo de pureza original: una sensación cómoda hacia adentro, consigo mismos, y hacia afuera, ante los demás.

2. En nuestra época, tiene un aire de “mente abierta” eso de no quedarse con ningún credo en particular. Parece elegante la imagen conocida de la montaña: a la sabiduría se puede ascender por muchos caminos (por ejemplo, las distintas religiones), y esos caminos no importan: lo que importa es la cima, que está más allá de las religiones o filosofías particulares. Ser así “espiritual” sin religión concreta alguna es un modo de considerarse “avanzado” y en un nivel superior a los pobres que se debaten en el fanatismo y en lo particular de sus cultos y ritos.

3. Es muy cómodo eso de no tener arriba de uno ninguna autoridad. El que no tiene dogmas qué suscribir tampoco tiene normas por las cuales guiarse. Su moral será seguir lo que le parezca: el subjetivismo degenera pronto en relativismo, y el relativismo degenera aún más pronto en capricho, anarquía y ley de la jungla. Ello es un desastre pero, para quien disfruta de no tener ley, es una herramienta mental y social útil.

* Obsérvese que hay algo de diabólico en eso de igualar las religiones. En la confusión de tantas propuestas, todas equivalentes, el mensaje es ahogado por el ruido. Donde todo puede ser verdadero nada debe ser verdadero.

* ¿Y la Escritura apoya que uno pretenda encontrarse con Dios, o con Cristo, al margen de la Iglesia? De ninguna forma. Dijo el Señor: “El que a vosotros escucha, a mí me escucha, y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y el que a mí me rechaza, rechaza al que me envió.” (Lucas 10,16). Y téngase en cuenta: ciertamente Cristo sabía bien qué clase de persona eran ellos. Y sabiendo quiénes eran les dio autoridad y declaró que no se puede rechazarlos sin rechazarlo a Él y a su Padre del Cielo.

* ¿Por qué Cristo quiso darnos como apóstoles a hombres tan imperfectos y a menudo faltos de luces? Esa pregunta nos ayuda a descubrir el lugar de la Iglesia, también imperfecta, en el plan de Dios. Hay tres razones por lo menos, si nos basamos en santo Tomás de Aquino:

1. El llamado y el camino de conversión de hombres como los apóstoles da esperanza a los pecadores de todos los tiempos.

2. Una Iglesia imperfecta muestra claramente que es Dios quien la sostiene y renueva, una y otra vez.

3. Saber que somos parte de una Iglesia peregrina, que a menudo avanza arrastrando sus propias limitaciones, es un llamado muy fuerte para que todos pongamos de nuestra parte en ese avance con la oración y la virtud, y para que no nos desgastemos hablando mal unos de otros.

* Con respecto a la Iglesia sólo se puede colaborar en su construcción o colaborar en su destrucción. Escoge. Y al escoger elige tu eternidad. La división y el odio mutuo son la fiesta del demonio. es preciso trabajar con todas nuestras fuerzas por la unidad. pero no al precio de sacrificar la verdad que, para ser revelada, requirió que Cristo vertiera su Sangre.

* Hay que buscar, a la vez, la verdad y la paz. El que busca la verdad sin la paz en realidad sólo quiere ganar discusiones. El que busca la paz sin la verdad sólo quiere que lo dejen tranquilo con sus intereses. Lo difícil, pero también: lo grandioso y lo indispensable, es buscar a la vez la verdad y la paz.

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Este tema pertenece al Capítulo 03 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 03 está aquí:

is.gd/vida_interior_03

La serie de TODOS los temas de esta Escuela de Vida Interior está aquí:

is.gd/vidainterior

¿Puede la ciencia controlarse a sí misma?

“Habían trabajado afanosamente –comenta López Quintás– con la profunda convicción de que el aumento del saber teórico y el incremento de la felicidad humana estaban inequívocamente vinculados. Confiaban en que fomentar el saber científico tomaría siempre un valor positivo, que significaría automáticamente cotas más elevadas de felicidad y de dignidad. Pensaron que se trataba de un bien incuestionable y que, por tanto, se traduciría ineludiblemente en bienestar y plenitud para el hombre…”

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¿Hay un cielo para las mascotas?

Padre Nelson, Lo que a mi me inquieta en este momento es saber que pasa cuando un animal muere, en este caso mi perrito que se fué el 20 de Enero después de 13 años de compañía incondicional y me tiene sumergida en una profunda tristeza . A raíz de esto me he estado preguntando ¿tienen alma los animales?, ¿a dónde van después de morir?. El fue un perro tan bueno que pienso que debe existir un “cielo” para mascotas… – GS.

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Bueno de alguna manera la respuesta está implícita en la enseñanza tradicional y muy firme de la Iglesia sobre la dignidad única del ser humano, redimido por Cristo y santificado por el Espíritu. Los animales viven solamente en el recuerdo de las personas que los conocieron y los quisieron. En efecto, la felicidad o desgracia de los animales se limita a lo que puede percibir su cuerpo, que, al deshacerse, se lleva consigo la posibilidad de cualquier premio o castigo adicional. En ese sentido, no es el caso que una mascota después de morir “extrañe” a alguien porque no hay sujeto que pueda tener ni ese ni ningún otro sentimiento.

Nuestro sentimiento de gratitud y de cariño hacia los animales, o las plantas, debe levantarse en alabanza hacia el Creador de todos. La bondad, la ternura, la compañía, la alegría que podemos experimentar ante la naturaleza en sus diversas expresiones, ha de ser un motivo para glorificar al Señor, y para recordar siempre cuánto excede el Creador a sus preciosas creaturas.

ESCUCHA, Transformados en Cristo

* Cuando Cristo llega a una vida, y su Palabra y su gracia entran al corazón, Él trae una diferencia: marca un antes y un después. Quien lo ha vivido no puede dejar de compartirlo. En la Biblia cada misionero es un convertido, y cada convertido es semilla de misionero y apóstol.

* Una Lectio Divina sobre Marcos 8,22-26 muestra el camino que sigue Cristo para restituir su gracia en nosotros, apartándonos del ruido y tratándonos con la fineza de su misericordia y la fuerza de su amor que crea.

Antropología Teológica, 03, El giro antropológico, parte 2 de 2

[Curso presencial ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. 2014.]

Las dos corrientes que nacen de René Descartes

El giro antropológico se completa a través de dos movimientos paralelos que pueden identificarse en la vida y obra de Descartes: la vigorosa afirmación de la subjetividad y el énfasis en la razón como tribunal último de todo conocimiento.

Estas dos tendencias no siempre coinciden. La línea de exaltación de la razón llevará hacia la Ilustración y la Modernidad. La línea de afirmación de la subjetividad llevará al Naturalismo (tipo Rousseau, o más tarde, Zolá), y también al Romanticismo y luego al subjetivismo y relativismo propios de la llamada Postmodernidad.

Sin embargo, algo en lo que sí coinciden los énfasis racionalistas y subjetivistas es en el rechazo y/o desprecio a las instituciones más visibles de la Edad Media, es decir, la Iglesia, la realeza y la nobleza. Ese triple rechazo quedará como un sello, explícito o tácito, en los desarrollos culturales y políticos de los siguientes siglos. La democracia liberal no es simplemente una afirmación de soberanía del pueblo sino una negación de la influencia que la religión, la verdad o el abolengo puedan tener en las decisiones de una región o país. Estas consecuencias no van a aparecer de inmediato pero su avance será inexorable.
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