La disputa de Valladolid, 1550

Las denuncias concretas de abusos y las discusiones teóricas sobre la duda indiana no cesaban en España, sino que arreciaban a mediados del XVI. Desde hacía años venían, siempre enfrentadas, dos corrientes de pensamiento. Un sector, compuesto más bien por juristas laicos, en el que se contaban Martín Fernández de Enciso, el doctor Palacios Rubios, Gregorio López y Solórzano Pereira, seguían la doctrina clásica del Ostiense, cardenal Enrique de Susa, en la Summa aurea (1271), que atribuía al Papa, Dominus orbis, un dominio civil y temporal sobre todo el mundo. Otros, en general teólogos y religiosos, más próximos a Santo Tomás, como John Maior, Las Casas, Francisco de Vitoria, fray Antonio de Córdoba, fray Domingo de Soto o Vázquez Menchaca, rechazaban la validez de la donación pontificia de las Indias, y fundamentaban en otros títulos, como ya hemos visto, la acción de España en las Indias.

A tanto llegaba en la Península la tensión de estas dudas morales, que el Consejo de Indias propuso al rey en 1549 suspender las conquistas armadas y debatir el problema a fondo. Así lo decidió el Rey en 1550, pues las conquistas, de proseguirse, habían de ser realizadas según él quería, «con las justificaciones y medios que convenga, de manera que nuestros súbditos y vasallos las puedan hacer con buen título y nuestra conciencia quede descargada».

El gran debate se inició en agosto de 1550, en la Junta de Valladolid, y los dos campeones contrapuestos fueron Juan Ginés de Sepúlveda y el padre Bartolomé de Las Casas, que acababa de renunciar a su sede episcopal. Tres grandes teólogos dominicos, Melchor Cano, Domingo de Soto y Bartolomé de Carranza moderaron la polémica. Y fue Soto, presidente de la junta, el encargado de centrar el debate:

Se trataba de saber «si es lícito a S. M. hacer guerra a aquellos indios antes que se les predique la fe, para sujetarlos a su imperio, y que después de sujetados puedan más fácil y cómodamente ser enseñados y alumbrados por la doctrina evangélica. El doctor Sepúlveda sustenta la parte afirmativa, el señor Obispo defiende la negativa» (Céspedes n.36; BAE 110, 293-348).

Sepúlveda, ateniéndose al tema, expuso de modo conciso, y sin descalificaciones personales, su pensamiento acerca de la validez de la donación pontificia, y acerca del derecho, más aún del deber que un pueblo más racional tiene de civilizar a otro más primitivo. Este derecho sería tanto más patente si el pueblo bárbaro practicara atrocidades contra natura, y si el hecho de dominarlo, guardando la moderación debida en los medios, estuviera orientado a la evangelización. Sería ilusoria la posibilidad de evangelizar en tanto no se consiguiera una pacificación suficiente de los referidos pueblos bárbaros.

Las Casas, partiendo de un pensamiento más cristiano y mucho más sensible a los derechos de la persona, atacó con fuerza las tesis precedentes y las personas de quienes las sustentaban, y en prolongadas intervenciones, denunció -unas veces con verdad y otras sin ella- las atrocidades cometidas en las Indias.

Sobre estas crueldades y excesos, Sepúlveda alegaba que «en la Nueva España [México], a dicho de todos los que de ella vienen y han tenido cuidado de saber esto, se sacrificaban cada año más de veinte mil personas, el cual número multiplicado por treinta años que ha se ganó y se quitó este sacrificio, serían ya seiscientos mil, y en conquistarla a ella toda, no creo que murieran más número de los que ellos sacrificaban en un año» (objeción 11ª).

Esto era para Las Casas una difamación intolerable de los indios:

«Digo que no es verdad que en la Nueva España se sacrificaban veinte mil personas, ni ciento, ni cincuenta cada año, porque si esto fuera no halláramos tan infinitas gentes como hallamos. Y esto no es sino la voz de los tiranos, por excusar y justificar sus violencias tiránicas y por tener opresos y desollar los indios».

Sin embargo, autores modernos mexicanos, como Alfonso Trueba en su libro sobre Cortés, basándose en los datos de las crónicas primitivas y en el estudio del calendario religioso mexicano, calculan que «en el imperio azteca se sacrificaban veinte mil hombres al año» (100).

En fin, los dos polemistas, no sin razón, se atribuyeron la victoria en el debate.

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Algunas condiciones para ser un buen escritor

“El escritor, ha de lograr, ante todo y sobre todo, un estilo fluido y eficaz, poniendo especial ahínco en cómo narra o cuenta aquello que desea expresar o exponer ante los otros, seleccionando cuidadosamente el elemento o tema a tratar, de tal manera que llegue preciso a la conciencia lectora con notables ideas y amplias imaginaciones -sin machacona insistencia ni llamadas a la atención-, siendo capaz de hacer que ese escrito aparezca como una suave brisa acariciadora, que se impulsa vehemente entregada hacia el leedor…”

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Caer nos hace más fuertes

“En el día a día van apareciendo muchas ocasiones para practicar algo tan decisivo en la educación de nuestros hijos como la resistencia a la frustración. Eso no significa que tengamos que buscar y suministrarles frustraciones, sino que hemos de contar con ellas de forma natural. No sirve de nada ocultarlas bajo la alfombra porque, si lo hacemos, se irán acumulando fuera de su vista y nuestros hijos acabarán tropezando con la propia alfombra, abultada por todas las frustraciones que hemos acumulado debajo…”

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Cualidades y cantidades en hombres y en ángeles

Mi pregunta viene específicamente en este fragmento de un libro del P. Ovila M.: “Las personas que constituyen la especie humana, difieren por la materia y por sus relaciones cuantitativas; Por otro lado, los Ángeles, buenos y malos, que son también personas y cada uno de los cuales constituye una especie única, difieren por sus relaciones cualitativas.” ¿Cuáles son las relaciones cuantitativas y cualitativas? – C.V.A.

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Parece bueno el contenido del libro, a juzgar por las citas que me transcribes.

Esa pregunta tiene que ver con los conceptos de materia y forma, conceptos aristotélicos, que la Iglesia, después de Santo Tomás de Aquino, aplica a la realidad del ser humano, definido como unidad substancial de cuerpo y alma.

Si uno se pregunta qué hace distinta a una persona humana de otra, sabiendo que la diferencia no puede venir de la especie, porque ambos son de especie humana, resulta evidente que la causa de la diferencia no está en alguna CUALIDAD esencial, que estaría en el alma, porque, en esencia, todos somos simplemente miembros de la especie humana. La diferencia debe provenir entonces del cuerpo: son las proporciones, duraciones y distribuciones de los elementos materiales y corporales los que nos hacen distintos, en concordancia con la historia personal de cada uno de nosotros. Cuando se habla de proporciones, duraciones y distribuciones se puede decir que se está hablando de CANTIDADES. Por eso se dice, en filosofía clásica, que las diferencias entre seres humanos no son esencialmente cualitativas sino cuantitativas.

Si ahora pasamos al caso de los ángeles, de inmediato se nota una diferencia con los seres humanos: ni los ángeles buenos, ni los malos, tienen cuerpo. No hay realidad corporal en ellos. No pueden ser distintos unos de otros en razón de proporciones, duraciones o distribuciones, porque todo ello es propia de la materia. Entonces un ángel no se diferencia cuantitativamente de otro. pero sí son distintos. Entonces deben ser distintos cualitativamente, o lo que es lo mismo, aunque ambos son ángeles, no son de la misma especie: las cualidades esenciales de uno y de otro deben ser diferentes porque si no, ellos no serían diferentes.

Esto es lo que quiere decir que en los seres humanos las diferencias son cuantitativas, y entre los ángeles son cualitativas.

Sobre la presión política para mantener el tema homosexual en la agenda política

¿Te has dado cuenta de cómo cualquier noticia sobre posible “represión” de la homosexualidad o de cualquier supuesto brote de “homofobia” gana de inmediato una relevancia impresionante en las noticias y es discutida con enorme seriedad por los políticos, como si fuera EL TEMA prioritario en nuestra sociedad, donde por otra parte abundan muchos desórdenes, injusticias y corrupción infinitamente más graves, y que afectan a muchas otras personas? ¿Te has preguntado, como yo, qué intereses hay detrás de los que catapultan todo lo homosexual al primer plano como si fuera EL CRITERIO para demostrar quién es civilizado y moderno, y quién no?

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