[Serie de reflexiones para la Asociación de Vírgenes Seglares Dominicas, en Colombia.]
Tema 4: Escenas de su biografía, de los 30 años hasta su muerte
* El final de la vida de Catalina debe leerse en paralelo con el drama que vive la Iglesia de su tiempo. Entre 1309 y 1378 los Papas de la Iglesia Católica no residieron en el lugar de su sede, sino en la ciudad francesa de Aviñón. La inestabilidad política de Italia, a la cual faltaban seis siglos para llegar a constituirse como un país unificado, y las tensiones en torno a los Estados Pontificios hacían muy riesgosa la estancia en Roma. Esto creó una situación que, aunque daba alguna seguridad física a los pontífices, corrompía las costumbres de la curia romana haciéndola cada vez más semejante a las cortes de la época. Además, los reyes franceses no dejaban de ejercer presión sobre decisiones de los Papas, y entre ellas, el hecho mismo de auentar el porcentaje de cardenales franceses.
* Lograda la paz con Florencia, Catalina se retira a un tiempo de más oración. A instancia suya, sin embargo, el Papa Gregorio XI cumple un voto privado que había hecho, y regresa a Roma. Su prematura muerte precipita a la Iglesia a una situación compleja porque el pueblo italiano prácticamente exige que el Papa que se elija sea romano. Ese deseo no se cumple pero sí se elige a un Papa italiano, el hasta entonces arzobispo de Bari, que adopta el nombre de Urbano VI.
* Pero entonces sucede lo impensable: un buen grupo de los mismos cardenales que han elegido a Urbano VI se reúnen en Fondi y eligen a otro Papa, que adoptó el nombre de Clemente VII, aduciendo como argumento que las presiones de la plebe romana habían impedido que el voto fuera libre, y por consiguiente, válido. Se dio así que hubo dos Papas: Urbano VI, en Roma, y Clemente VII, que se estableció en Aviñón. Como podía temerse, esta división de la cabeza de la Iglesia llevó a numerosas divisiones en comunidades religiosas y en el mapa político de Europa. La confusión y el descrédito de la Iglesia cundieron por todas partes y de hecho dejaron profundas heridas para los siglos subsiguientes.
* En ese contexto, Catalina definió su camino espiritual con estas palabras: “Si muero, muero de amor por la Iglesia.” Deteriorada su salud por las penalidades y la mala alimentación; entregada a menudo a duras penitencias o jornadas extenuantes, Catalina se apaga rápidamente como un cirio que se consume en intercesión. Su dolor más intenso fue ver así profanada y malherida a la Iglesia; pero no fue su único tormento: traiciones y decepciones cayeron sobre su corazón acercando más su camino al de su amado Esposo, Cristo, el Señor. A finales de Abril de 1380 sufre un síncope, y el día 29 del mismo mes entrega su alma al Creador. Su última invocación, para sí misma, sin duda, y para la Iglesia, es la Sangre de Cristo, expresión e instrumento máximo de la misericordia transformante de Dios.