[Predicación en Radio Betania de Santa Cruz, Bolivia.]
* Hablamos de crisis cuando hay dificultades fuertes, transiciones drásticas o cuando aquello que parecía firme y establecido pasa a ser cuestionado o abiertamente rechazado.
* Según tal criterio, es claro que estamos ante una crisis ética de enormes proporciones, en la cual se cumple lo que denunció el profeta Isaías, se llama bien al mal, y mal al bien (véase Isaías 5,20).
* ¿Qué causas han llevado a este estado de cosas? Dos, una exterior, y otra interior.
(1) De modo exterior, están las múltiples idolatrías, que de algún modo se concentran en la idolatría del dios Mercado: el pecado, la subversión del orden natural, produce ganancias.
(2) De modo interior, está la entronización de nuestro propio yo. El que no se une al “¿Quién como Dios?” de San Miguel, termina abrazando el “¡No serviré!” de Satanás.
* El remedio requiere entonces dos fases:
(1) De modo interior, al conversión del corazón de modo que el Primer mandamiento de la Ley de Dios recupere su lugar en nuestra mente y Dios mismo tenga su trono en nuestra vida. Y luego, la certeza de que “nada de afuera puede hacer impuro al hombre” (Marcos 7,15).
(2) Desde esa firmeza, afianzarnos en nuestros grupos y comunidades, de modo que se puedan organizar caminos de participación ciudadana que den a la sociedad un rostro más humano y cristiano.