El tigre y el zorro

Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne al zorro.

Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: «Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito».

Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: «¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! ¡Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado!».

Marinos cristianos y marianos

Marinos cristianos y marianos

La tripulación de la nao Santa María y de las carabelas Pinta y Niña la componen unos 90 marineros, la mayoría andaluces (70), algunos vascos y gallegos (10), y sólo cuatro eran presos en redención de penas. No todos eran angelitos, pero eran sin duda hombres de fe, gente cristiana, pueblo sencillo. Así, por ejemplo, solían rezar o cantar cada día «la Salve Regina, con otras coplas y prosas devotas que contienen alabanzas de Dios y de Nuestra Señora, según la costumbre de los marineros, al menos los nuestros de España, que con tribulaciones y alegrías suelen decilla» (III Vj.).

Llega el 12 de octubre del Primer Viaje. Y «el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestóles el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra». Dos horas después de la medianoche «pareció la tierra, de la cual estarían dos leguas». Era la isla de Guanahaní, que él bautizó cristianamente con el nombre de El Salvador, en las actuales Bahamas.

Entonces, con el escribano, dos capitanes y otros más, Cristóbal Colón toma con solemnidad, y según los modos acostumbrados, «posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores». Y en seguida «se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: «Yo, dice él, porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla». Y tras una breve descripción de aquella gente, la primera encontrada, concluye: «Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían».

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Pobreza material y vida de santidad

Fray Nelson…tengo una pregunta q hacerle…en realidad me gustaria saber q opina…. ud cree q en la pobreza (material), es decir, en la escaces, es mas facil alcanzar la santidad?….pregunto esto porq he estado leyendo la vida de los santos y la mayoria ha renunciado a sus riquezas…se q la santidad es Espiritual, pero, es como q el dinero y lo material obstruyeran la santidad…es asi?…ud q cree?….gracias!! – A.K.T.

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Las riquezas, sobre todo si son abundantes, traen consigo muchos peligros, tentaciones que serán frecuentes, penetrantes, sutiles, insidiosas. Las principales son: egoísmo, vanidad, creerse mejor, dificultad para pedir ayuda, imaginarse uno que todo se lo merece, prontitud para juzgar los defectos de otros, facilidad para acceder a placeres exóticos o intensos que luego encadenan. No es que sea malo tener riquezas sino que ello está rodeado de lazos y engaños.

La única posibilidad, si uno tiene bienes abundantes es: reconocerse uno mismo necesitado y en peligro; examinar a menudo la conciencia; comprender las dinámicas de injusticia del mundo y luchar contra ellas; hacer ayunos y penitencias por los pecados ocultos de uno mismo, de la familia y de las fuentes de dinero que le proveen; cuidar que las propias riquezas no corrompan el corazón de los hijos o personas a cargo< y sobre todo: usar el poder para servir a la Iglesia, a la evangelización y a ser más y más útil a todos.