[Predicación al Grupo de Oración de la Parroquia de Santa Margarita de Escocia, en Morristown, NJ, Marzo de 2013.]
* Es característico de las religiones paganas ver el trato con los dioses como una repetición o prolongación del trato de intercambio, trueque comercio que se da entre seres humanos.
* Según esa visión de las cosas, a cada necesidad humana hay que dar un “pago” a los dioses, que a menudo consiste en una forma de sacrificio proporcional a lo que se quiere obtener. En casos particularmente difíciles habrá que ofrecer la muerte de personas humanas.
* Todo cambia en Génesis capítulo 12, cuando Dios habla con Abraham y marca de manera unilateral, gratuita e irreversible una línea, una flecha que señala un antes y un después; un origen, camino y meta.
* Pero aún más importante es descubrir que este Dios le promete a Abraham su presencia y su guía: Dios hace el camino con su amigo, y le invita a buscar cada día la cercanía y la presencia del Señor.
* El peregrinar exterior engendra así un peregrinar interior, que se nota más en otros ejemplos bíblicos, como sucedió a los israelitas en el desierto: a medida que avanzaban sus pies, llegaban también a palpar sus propias rebeldías y resistencias interiores.
* El fruto de ese peregrinar exterior y sobre todo interior es una experiencia intransferible e imborrable de la presencia de Dios. Revestido de esa certeza, el creyente es como aquella casa que está verdaderamente cimentada sobre roca (Mateo 7).