Lo que mi madre me enseñó sobre la oración
1 Para orar haz buena provisión de tiempo. Las cosas no suelen cambiar en segundos sino en semanas, meses o años.
2 Si te sabes en desobediencia a Dios, tu oración nacerá incrédula, desnutrida, moribunda, ineficaz.
3 Entra en la oración como quien entra en combate, y eso significa: con una idea clara de qué sería gloria para Dios.
4 Ora con tu corazón pero también con tu cabeza. Si identificas bien un obstáculo, concentra en esa batalla tu oración.
5 Los intereses, gustos, simpatías o antipatías humanas no deben distraerte del hecho de que Dios es Señor de todos.
6 Pide en privado y agradece en público. Gózate al final proclamando cómo se ha lucido Dios.
7 Si de veras mereciéramos lo que pedimos, lo exigiríamos; y no seríamos hijos confiados sino mercaderes impacientes.
8 Muchos ignoran el poder de la oración simple y repetida, como es el rosario. No saben lo que logra una gota obstinada.
9 Nada consigue tanto ni lo consigue mejor que la oración. Yo todo lo resuelvo con la oración.
10 Mi vida se ha vuelto una sola oración. Cuando una intención se logra ya aparece otra por la que hay que empezar a orar.