Oración pidiendo al Señor que nuestras comunidades y nuestra misión crezcan en la dimensión del Amor Mayor.
Unidos en la plegaria, Señor, queremos entregarte esta intención que tu amor pone en el alma: danos el amor mayor.
Haz, Señor que, en el Nombre de tu amado hijo Jesucristo y mirando el precioso y santísimo Corazón Inmaculado de María, nosotros nos levantemos por encima de prejuicios; que jamas pongamos en primer lugar nuestras simpatías o antipatías; que sepamos encontrar tu voluntad y que nuestro gozo sea hacer tu voluntad.
Padre Dios, con la poderosa intercesión de ese Corazón que atrajo el primer Pentecostés, y con la eficaz intercesión de nuestros Ángeles custodios, ¡Ven Señor, ven! ¡Ven con el don de tu Divino Espíritu, para que aprendamos a ser Iglesia mas allá de los amores de la carne; para que aprendamos a servir tu evangelio mas allá de nuestras propias conveniencias; para que aprendamos a caminar en tu presencia más allá de nuestros gustos!
En la Biblia, Señor, tú no dejaste ni una sola promesa para el gusto: el gusto no tiene ni una sola promesa. Lo que tiene promesa es: la fe, la obediencia, la docilidad, la perseverancia; eso sí tiene promesas.
Yo te pido, Señor que las promesas debidas a la fe y a la obediencia, a la docilidad y la perseverancia, se cumplan en nosotros; que nosotros seamos pueblo tuyo; que se nos note Señor cuál es el amor que nos ha dado origen, porque dice el capitulo primero del evangelio de Juan: estos “no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios” (Juan 1, 13). Y Jesús dice: “Lo que nace de la carne es carne; lo que nace del Espíritu es Espíritu” (Juan 3, 6).
Que seamos pueblo nuevo, renacido en la gracia poderosa del Espíritu, y que con ese amor, con esa luz, podamos conquistar muchos corazones para que se acerquen a ti, para que vivan su fe con plenitud y con gozo, y para que también ellos la puedan transmitir a otros, que a su vez le cuenten la noticia a otros, que surjan y lo cuenten a sus hijos, a la generación que ha de venir.
¡Oh sí, pueblo de Dios, “dad la vuelta en torno a Sion, contando sus torreones; fijaos en sus baluartes, para poder decirle a la próxima generación: éste es el Señor, nuestro Dios, él nos guiará por siempre jamás” (Salmo 49 [48], 12-14 )!
Entregamos estas intenciones al Corazón Sagrado de Cristo, horno bendito del que sale ese fuego que todo lo transforma, el fuego del Espíritu. Entregamos esta oración en las manos virginales y perfumadas de María Santísima, en su advocación de Nuestra Señora de Guadalupe.
Y que la bendición de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre. Amén.