3.- Vivir el don de la creación
A veces puede dar la impresión de que la creación es algo que se pierde en la noche de los tiempos. Sin embargo, este acontecimiento es en realidad algo actual: no solo porque el universo y los hombres -nosotros mismos- permanecen delante de nuestros ojos, sino porque Dios continúa creando, es decir, haciendo que surjan seres nuevos y manteniendo en la existencia lo que ya existe. Se trata de una creación continua. Dios no dió el ser a las cosas y se desentendió de ellas, sino que continúa permanentemente sosteniéndolas, porque «si Él retirara a sí su espíritu, si hacia sí recogiera su soplo, a una expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería» (Job 34, 14-15). La intervención primera y fundamental de Dios que es la creación es continua y permanente. Y la Biblia nos apunta cómo vivir -también de manera permanente- el don de la creación.
a) Dependencia radical del Creador: todo lo que somos y tenemos, lo recibimos continuamente de Dios; por nosotros mismos no somos nada; todo es recibido como don gratuito. Esta dependencia total del Creador nos coloca en radical humildad como criaturas frágiles e inconsistentes que somos: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido ¿de qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4, 7). El hombre no puede realizarse como hombre rechazando esta dependencia del Creador que le constituye como persona; sin Dios el hombre desaparece, se destruye. Por lo mismo tampoco el ser humano puede reclamar nada a Dios como si le fuera debido: «Oh hombre, ¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso dice el vaso al alfarero: por qué me has hecho así?» (Rom 9, 20). Por el contrario, la actitud propia del hombre ante Dios es recibir de Él y vivir en la gratitud permanente por todo lo que recibe de su Creador (Sal 50, 7-15.23).
b) También la Biblia repite que Dios cuida de sus criaturas: «el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» (Sal 145, 9; 103, 13).Y los profetas recalcan que, si es difícil que una madre se olvide del hijo de sus entrañas, es absolutamente imposible que Dios se olvide de los suyos (Is 49, 14-15). También en el hecho de la creación radica la dignidad de toda persona humana, formada a imagen y semejanza de Dios.
c) En la creación encontramos la huella de Dios: lo mismo que podemos conocer algo de un artista por las obras que realiza, así la creación al que sabe contemplarla con mirada limpia le está hablando de Dios, pues le remite al poder, a la sabiduría, a la grandeza de Dios (Sab 13, 1-9; Rom 1, 20).
d) Finalmente, la creación nos remite a nuevas intervenciones de Dios. La palabra «crear» sólo se usa en la Biblia referida a Dios, expresando una acción propia y exclusiva de Él (nunca se dice que el hombre haya creado algo, pues lo más que hace es transformar lo que ya existe). Por eso cuando se quiera hablar de que Dios prepara algo enteramente nuevo, absolutamente insospechado para el hombre, se dirá que Yahveh va a «crear unos cielos nuevos y una tierra nueva» (Is 65, 17). Y San Pablo para indicar el alcance de la redención operada por Cristo afirma: «el que está en Cristo es una nueva creación» (2Cor 5, 17; cf. Gal 6, 15; Ef 2, 10).
4.- Textos principales
Génesis 1-2; Salmos 8; 19, 1-7; 103 – 104; 135, 4-7; 136; 148; Job 38-42; Proverbios 8, 22-31; Eclesiástico 42, 15 – 43, 33; 2 Macabeos 7, 28; Juan 1, 1-18; Colosenses 1, 13-20; Hechos 17, 16-34
Julio Alonso Ampuero es el autor de esta Historia de la Salvación. Texto disponible por concesión de Gratis Date.