5. Debemos pedir la gracia de orar unidos a (en Nombre de) Cristo: “No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos ‘en el Nombre’ de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre” (CEC 2664).
Y debemos aprender a orar en el Nombre de Cristo para llegar a entender y aplicar lo que Él nos recomienda: “En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado” (Jn 16, 23-24). Y complementa: “Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Ibíd. 14-15).
Sin olvidar a nuestra Madre del cielo. Pues como dice el Magisterio: “María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con Ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado acogemos (cf. Jn 19, 27) a la Madre de Jesús, hecha Madre de todos los vivientes. Podemos orar con Ella y a Ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María” (CEC 2679).
[Autor: Juan de Jesús y María.]