3. Con lo anterior como base, podemos ver que el A del ABC es a quién se dirige la oración. O sea, si cuando oramos no tenemos puesta amorosamente la atención en Dios, o en algún intercesor, como la Virgen, o un bienaventurado ángel o santo, entonces estamos haciendo una oración irreverente e irrelevante, desconcentrada y al aire. Es una oración sin dirección y poco efectiva. Lleva a ninguna parte.
Recomienda santa Teresa: “La oración debe ser con consideración”. Es decir no sólo es necesario poner nuestra atención a quien se dirige, sino tenerlo en la estima que se merece: amarlo y conocerlo.
No podemos dirigirnos a Dios o a un intercesor si no lo hacemos dándole el aprecio que se merece, poniéndolo muy por encima de nosotros, debido a nuestra imperfección; reconociendo nuestro estado de necesidad; y nuestra incapacidad para lograr los bienes celestiales, y los buenos bienes y propósitos terrenos. En pocas palabras una base imprescindible de la oración es la sinceridad y la humildad (cf. CEC 2559).
[Autor: Juan de Jesús y María.]