[Predicación para amigos y benefactores de la Fundación Educar en Cristo, de Guayaquil, Ecuador, en Septiembre de 2012.]
* El verdadero dar alimenta al que da. Pero hay que aprender a dar.
* Al principio nuestro dar es como quitar una astilla de un mueble elegante: tratamos de que no se altere nuestro modo de vida. Pero cuando descubrimos que al dar estamos haciendo una diferencia en la vida de ALGUIEN, el dar ya no se rige por un criterio subjetivo de conservar la integridad de la vida que nos gusta, sino que pasa a un criterio más objetivo: la necesidad que hay que cubrir. Todavía caber un paso más: no limitarme ni por mi egoísmo ni por lo que la naturaleza parece dar; apelar directamente al Creador. El dar se convierte en oportunidad para manifestaciones sorprendentes de la Providencia, e incluso, ocasión de genuinos milagros.
* Mientras que los bancos de esta tierra siguen sujetos a lo que denunció Cristo, y la polilla los roe y los ladrones, a veces con elegancia, los defraudan, el banco del Cielo acumula aquello que es verdaderamente indestructible: el bien de caridad que sembramos en esta tierra.
* Por este camino llegamos a ser don, no necesariamente por seguir todos una misma vocación, sino por hacer de todo en nuestra vida una ocasión para servir mejor a quien más lo requiere.