–¿Qué es la misa?
Para comprenderla hay que ir más allá de las apariencias. Un proverbio chino dice que si señalamos a un tonto la luna con el dedo, el infeliz mira el dedo en vez de a la luna. En este caso la punta del dedo es el pan y el vino sobre el altar; es el sacerdote pronunciado las mismas palabras de Jesús: «éste es mi cuerpo, entregado por vosotros, y esta es la copa de mi sangre, vertida por todos los hombres» (1Co 11,24-25). Estos son los signos que invitan al creyente a un acto de fe en el amor infinito del Padre, que nos entrega a su Hijo, y del Hijo, que ofreciendo su vida por nosotros nos ofrece su Espíritu.
Aquel que ha dicho «yo soy la verdad» no miente. Por la Eucaristía nosotros estamos realmente en presencia del cuerpo entregado y de la sangre derramada, es decir, de la persona de Jesús en el momento mismo en que entrega su vida por nosotros.
La Eucaristia es un desafío al tiempo y al espacio. Por ella participamos en el sacrificio de Jesús en la Cruz. «En nuestras iglesias, dice Bossuet, gracias a la Misa, todos los días es Viernes Santo». Dan ganas de decir: «y todo lo demás es literatura». Ya decía San Pablo: «yo, cuando estuve entre vosotros, no me precié de saber de nada, sino de Jesucristo, y éste crucificado» (1Cor 2,2).
Por la Eucaristía venimos nosotros a ser contemporáneos de la pasión y de la muerte de Cristo. La misa es realmente un sacrificio, es la participación en el único Sacrificio de Cristo.
Imaginemos una iglesia circular, que en su centro tiene un altar. Todas sus puertas dan acceso directo a ese altar. Toda misa da un acceso inmediato y permanente a la cima del Amor.
–¿La Misa es simplemente una ceremonia?
No solo es eso, sino que es una llamada del Amor que a amor llama; una Acción que llama a la acción.
Cristo es el camino pero, como dice San Agustín, es «un camino que anda», conduciéndonos al Padre. En el Gran Norte los troncos bajan flotando por el río hasta llegar a su destino. Y así nosotros somos los troncos de los árboles, que por el gran río del Amor de Cristo, somos llevados por su Espíritu al Padre.
–La Misa nos abre al mundo
Por la Eucaristía entramos en el centro de Dios Amor y, a la vez, en el centro del Universo y de la Historia.
Escapamos así fuera del tiempo, o mejor dicho, nos unimos a él en su totalidad. Es decir, en la inmensidad de ese Cristo que todo lo cifra en sí mismo, nos vinculamos inmediatamente a la victoria de la Pascua, al triunfo de la Ascención y a la efusión del Espíritu en Pentecostés. Toda la vida de Cristo, toda escena del Evangelio, se nos hace presente. Nos unimos al mismo tiempo con el pueblo de Dios, el del Antiguo Testamento y el de la Iglesia, desde sus orígenes hasta nuestros días. La Virgen María, todos los santos, nuestros difuntos, se unen a nosotros, con aquellos que nos acompañan en la misa y con los que no están presentes en ella.
Por la Eucaristía y en Cristo, nos personamos en todos los suburbios del mundo y nos reunimos con todos los que sufren. Entramos así en comunicación directa con la humanidad en su historia, en su prehistoria y… en su porvenir. Porque Cristo, el Verbo creador es de ayer, de hoy y de mañana. Con Él penetramos el porvenir, el futuro se nos hace presente, atravesamos la semana próxima, asistimos a nuestra muerte y resurrección, y las hacemos nuestras uniéndonos a la voluntad de Dios.
–¿Por qué la comunión?
El Amor tiende a la unidad. La comunión sacramental del cuerpo y la sangre de Cristo opera esta fusión (Jn 6, 55-57). El cristiano que comulga sale de sí mismo y se sumerge en el Amor, y con él en el mujndo. Y así se hace con Cristo de alguna manera sacerdote del mundo, sacerdote en el sentido exacto del término, haciendo real por las palabras y gestos de la Eucaristía esta inmensa e inefable presencia de Dios ante los hombres, de los hombres ante Dios, y de los hombres entre sí.
–¿Porqué se lee la Biblia en la Misa?
Una acción de tal transcendencia, para que no caiga en la magia, ha de ser esclarecida por la Sagrada Escritura. Ésta es lo que llamamos liturgia de la Palabra, que precede siempre al signo del pan y del vino, desvelando su sentido y su actualidad.
El misal ofrece a sus lectores más de 500 pasajes de la Escritura, sin contar los salmos, es decir, una magnífica antología de la Biblia.
–¿Cómo participar actívamente en la misa?
La comunión requiere una preparación del espíritu, gestos, oraciones dialogadas, cantos en común, ofrendas, participación de bienes, gestos de paz. Todo está orientado a centrarnos en ella, para retornar al mundo desde el corazón de Dios.
–¿Es la misa necesaria?
La Eucaristía es indispensable al cristiano, como lo es el alimento a la vida, como la presencia es necesaria al amor. La obligación de la misa del dominogo es una exigencia vital.
«No hay nada más grande que la Eucaristía» (Cura de Ars).
• «Yo soy el pan de vida… Haced esto en memoria mía» (Jn 6,35; Lc 22,19).
Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.