El cristiano que es consciente de lo que ha recibido sabe también lo que implica desear lo mismo para su prójimo.
Encontrados los restos de Juan Bautista en Bulgaria
La santa pureza
La santa pureza la da Dios cuando se pide con humildad.
¿Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad. La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza. Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia.
Hace falta una cruzada de virilidad y de pureza que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes creen que el hombre es una bestia. -Y esa cruzada es obra vuestra.
Muchos viven como ángeles en medio del mundo. -Tú… ¿por qué no?
Cuando te decidas con firmeza a llevar vida limpia, para ti la castidad no será carga: será corona triunfal.
Me escribías, médico apóstol: “Todos sabemos por experiencia que podemos ser castos, viviendo vigilantes, frecuentando los Sacramentos y apagando los primeros chispazos de la pasión sin dejar que tome cuerpo la hoguera. Y precisamente entre los castos se cuentan los hombres más íntegros, por todos los aspectos. Y entre los lujuriosos dominan los tímidos, egoístas, falsarios y crueles, que son características de poca virilidad”.
La gula es la vanguardia de la impureza.
No quieras dialogar con la concupiscencia: despréciala.
El pudor y la modestia son hermanos pequeños de la pureza.
Sin la santa pureza no se puede perseverar en el apostolado.