Trabajo y descanso

67. El trabajo humano que se ejerce en la producción y en el comercio o en los servicios es muy superior a los restantes elementos de la vida económico, pues estos últimos no tienen otro papel que el de instrumentos.

Pues el trabajo humano, autónomo o dirigido, procede inmediatamente de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que trabaja y la somete a su voluntad. Es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobre eminente laborando con sus propias manos en Nazaret. De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también el derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente. Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común.

La actividad económica es de ordinario fruto del trabajo asociado de los hombres; por ello es injusto e inhumano organizarlo y regularlo con daño de algunos trabajadores. Es, sin embargo, demasiado frecuente también hoy día que los trabajadores resulten en cierto sentido esclavos de su propio trabajo. Lo cual de ningún modo está justificado por las llamadas leyes económicas. El conjunto del proceso de la producción debe, pues, ajustarse a las necesidades de la persona y a la manera de vida de cada uno en particular, de su vida familiar, principalmente por lo que toca a las madres de familia, teniendo siempre en cuanta el sexo y la edad. Ofrézcase, además, a los trabajadores la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad en el ámbito mismo del trabajo. Al aplicar, con la debida responsabilidad, a este trabajo su tiempo y sus fuerzas, disfruten todos de un tiempo de reposo y descanso suficiente que les permita cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa. Más aún, tengan la posibilidad de desarrollar libremente las energías y las cualidades que tal vez en su trabajo profesional apenas pueden cultivar.

[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 67]

El Bien Comun y la Vida Comun, 2 de 2, Amenazas y Posibilidades

Día de Reflexión con un grupo de Hermanas Dominicas. Tema 2 de 2: Amenazas y posibilidades.

¿Qué factores interiores a una comunidad religiosa, o exteriores a ella, representan una presión que desestabiliza o puede incluso romper la comunión?

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El Bien Comun y la Vida Comun, 1 de 2, Los Fundamentos

Día de Reflexión con un grupo de Hermanas Dominicas. Tema 1 de 2: Fundamentos.

Exploramos algunos de los aportes a la construcción de la noción del “bien común” desde la perspectiva de Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, el Concilio Vaticano II y un punto del magisterio de Juan Pablo II.

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Reconocido dominico inicia nueva presencia en Internet

“El tema espiritual por excelencia es el tema de la salvación eterna. Esta preocupación existía en los mismos apóstoles que acompañaban a Jesús: ¿Son muchos los que se salvan?, le preguntaron en cierta ocasión. Es una pregunta religiosa pero también metafísica que acucia al ser y a la vida del hombre. En el fondo es el tema del sentido, el cuestionamiento básico que nos atormenta desde pequeños: ¿para qué existo? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Por qué hay algo más bien que nada? Si hay algún ser humano que no inquiere ni se cuestiona acerca de estos temas vive a nivel de los jumentos como insinúa la Biblia…”

Chus Villaroel

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Hermosa historia y muy buena leccion

Cuenta una historia que un bilbaíno trabajaba en una planta congeladora de pescado en Noruega. Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los congeladores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del congelador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie podía escucharle. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía la puerta.

Llevaba varias horas en el congelador, al borde de la muerte.

De repente se abrió la puerta. El guarda de seguridad entró y lo rescató.

Después de esto, le preguntaron al guarda ¿a qué se debe que se le haya ocurrido abrir esa puerta si no es parte de su rutina de trabajo? Él explicó: llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mi en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.

Hoy me dió los buenos días a la entrada, pero eché de menos su hasta mañana a la salida. Supuse que todavía seguiría en algún lugar del edificio pues no se había despedido de mí, por lo que lo busqué y lo encontré ”.

Quien es Jesus?

«¿Quién decís que soy yo?», pregunta Jesús a sus discípulos (Mt 16,15).

Jesús aparece como un testigo privilegiado de Dios. Pero todavía más que eso: Él se dice igual a Dios. Algunas de sus afirmaciones no ofrecen dudas: «Se os ha dicho [Moisés]…Yo os digo» (Mt 5,27-28). Jesús se considera, al menos, en plano de igualdad con Moisés. «Antes que Abraham naciese, ya existía yo»… (Jn 8,58). Está claro que Jesús se hace igual a Dios.

Sus adversarios lo entienden perfectamente: «No te vamos a apedrear por tus buenas obras, sino porque blasfemas, porque tú, siendo un hombre, te haces Dios» (Jn 10,33).

Para Jesús hubiera sido muy fácil deshacer el malentendido. Pero, por el contrario, lo que hace es afirmar lo mismo: «Yo soy la luz del mundo, el Hijo de Dios vivo» (Jn 9,5; Mt 26,63). Son estas afirmaciones lo que le llevan a ser condenado a muerte.

Esa autoafirmación de Jesús como Dios admite tres explicaciones posibles. O bien se equivoca («está loco»), o bien nos engaña, o si no, es que nos dice la verdad. Sólo la tercera hipótesis se muestra conforme a la realidad . En opinión de las más altas personalidades morales, como es el caso de Gandhi, Jesús es una de las cumbres del género humano; lo es por su sabiduría: «Nadie ha hablado jamás como este hombre» (Jn 7,46); lo es por su santidad: «¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador?» (Jn 8,46).

De pronto descubrimos un nuevo rostro de Dios. Dios es único, pero no solitario. Él por amor nos da a su Hijo, y éste por amor nos da su vida en su Espíritu.

Y de esta manera penetramos en la intimidad de Dios: es lo que llamamos el misterio de la Santísima Trinidad.

• «Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.