10. Todos estos excelentes dones se nos dan en germen, en cierne, para ser actualizados y activados con una vida y existencia sacramental. La capacidad para conocernos a nosotros mismos, para tomar la Cruz de Jesús, para ser sus discípulos, para orar en el santuario interior, para ser piedras vivas del templo único de Dios… y más, las recibimos por el Bautismo.
Toda la imagen y semejanza divina está ya dada y renovada en nuestro ser por el Bautismo. Todo lo que la educación católica puede actualizar en un bautizado ya está en el interior del mismo. Por el Bautismo somos templo de Dios, somos Aula de Dios… y somos feligreses, discípulos y monjes de Dios.
Sin el Bautismo no lo podemos ser, y sin la santa Iglesia no podemos desarrollar estos dones. Hay muchas clases de fieles, de discípulos y de monjes; pero fieles, discípulos y monjes de Dios, por Dios, con Dios y en Dios, sólo es posible en el camino católico. Quien no está en el seno de la santa Iglesia, gestándose en una Nueva Vida, no puede crecer en la vida espiritual y no puede nacer a la Resurrección. Esto no es cuestión de gustos y apreciaciones, pues es un mandato divino.
En la Iglesia primitiva se exigía el catecumenado antes del bautismo; pero la Iglesia actual, por la potestad que tienen los sucesores de san Pedro de “atar y desatar”, y en armonía con el Espíritu Santo; han decretado, por un acto de misericordia, que el Bautismo se conceda a los niños pequeños. Esto, por desgracia, produjo que el postulantado y el discipulado perdieran importancia. Pues se dejó para después su preparación y aplicación.
Es por esto que la mayoría de bautizados no han buscado actualizar el estado de discípulos, y se han perdido de lo esencial de la educación católica; quedando sólo con una instrucción limitada, opacada por lo mundano.
[Texto original de Juan de Jesús y María.]