El P. Carlos Novoa, jesuita colombiano, probablemente gusta de la polémica. Quizás cree que generar discusión es un modo de hacerse visible, o de hacer visible lo que él piensa, o de obtener cierta relevancia para la palabra de la Iglesia, y el Evangelio, como él los entiende. O quizás cree que los medios de comunicación pueden y deben divulgar otras versiones de ser Iglesia, de modo que, por ejemplo, no se la asocie con un patrón retrógrado y desueto de cultura, o con la clase dominante, o con un partido político, que en el caso de Colombia se traduce así: “No se piense que la Iglesia se asocia con el modelo típico del partido conservador.”
Es que sucede que este partido, el conservador, ha propuesto la penalización del aborto voluntario en todos los casos, revirtiendo efectivamente la normativa actual pero sólo reciente en Colombia, según la cual se considera legal abortar en ciertos casos, como por ejemplo, si el embarazo es fruto de una violación. La iniciativa del partido conservador fue apoyada por distintos sectores políticos de variadas procedencias, pero finalmente no pasó, fue archivado, y en ese contexto el periódico EL ESPECTADOR, segundo de mayor circulación en Colombia, y decano de la prensa no eclesiástica, entrevistó al P. Carlos Novoa, S.J., vinculado desde hace muchos años a distintos cargos académicos y directivos de la Universidad Javeriana en Bogotá.
Tengo al P. Novoa por persona inteligente y brillante, por lo cual no creo que no se diera cuenta de hacia dónde iban las preguntas que la periodista le dirigía según predecible libreto. Y por ello veo esta entrevista como una oportunidad miserablemente perdida para llevar a mucha gente el verdadero pensamiento de la Iglesia. Novoa ha desperdiciado ese areópago y en cambio ha dejado en el aire numerosas dudas o incongruencias con la fe que profesamos los católicos. Me imagino que cierto tipo de prensa sabe a quién entrevista para crear polémica, ganar lectores y de paso dar una que otra bofetada a la Iglesia. Por contraste, a un verdadero jesuita, que los hay, no lo entrevistará esta clase de prensa. Porque hay que saber que los jesuitas fueron fundados para defender y hacer avanzar la obra de evangelización de la Iglesia pero las cosas se presentan de tal modo que la obediencia que ellos dicen tener al Papa se convierte en contradecirlo para mejor servirlo; y la manera de muchos de ellos de propagar el Evangelio es primero acomodarlo a lo que los oídos del mundo quieren oír, para después decir que los obispos no saben o no quieren difundir lo que ellos sí difunden, llegando al extremo ridículo de creer que sirven a la Iglesia en el proceso de destruir la fe de mucha gente a la que iban a ayudar a madurar.
Digo esto con claridad y con amor, porque debo mucho a la Compañía de Jesús, y porque he tratado a verdaderos discípulos de Ignacio de Loyola, de modo que mi conclusión primera es que debemos orar mucho pues es evidente que el demonio se ensaña contra la Orden Religiosa más numerosa y en cierto modo más poderosa. ¿Se imaginan ustedes cómo sería la situación de diversa, si contáramos con jesuitas fieles a la Iglesia, no para creer que tienen el derecho de corregirla sino para escucharla y servirla con el ardor propio de los valientes guerreros, soldados de la causa del Evangelio? Sí hay unos cuantos muy buenos, que son doctos y santos, y que ponen todas sus notables capacidades a disposición de Jesucristo; otros, lamentablemente, parecen confundir relevancia con eficacia del Evangelio, así como también confunden acercar la fe a la gente con cambiar la fe para que parezca que más gente la acepta.
Pero vayamos a la entrevista–una oportunidad miserablemente perdida.
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