La tragedia del demonio es que no puede decir la verdad. La verdad no es su aliada, porque la primera verdad suya es que no es lo que quisiera ser: no es Dios; nunca lo ha sido; nunca podrá serlo. Por eso el demonio huye de la verdad. porque la verdad lo arrastra a los pies de su Creador. La verdad lo humilla, y eso duele demasiado a su soberbia. La verdad lo contradice y lo vence, y por eso no tiene alternativa sino ser príncipe de la mentira.
La mentira, sin embargo, tampoco le ayuda. Eso se ve bien en el caso de los posesos. El demonio escupe insultos a través de las bocas de los posesos. Pero esos insultos no pueden decir la verdad porque la verdad es enemiga y contradice lo que trata de sugerir el demonio. Entonces, para insultar, el demonio se ve obligado a mentir, o lo que es lo mismo, se ve obligado a decir algo que no es cierto. De esa manera, su insulto se dirige hacia algo que no existe. Es un disparo en el vacío; es, como todo lo suyo, una apuesta por la nada.
Supongamos que el demonio le grita a un hombre honrado: “¿Dónde has escondido tus millones?” Se supone que trata de acusarlo de ladrón pero el acusado no es ladrón, de modo que ese bramido no dice nada de la persona a la que trata de ensuciar. Imagina que tú eres esa persona honrada y que un loco empieza a decir cosas que no tienen nada que ver contigo porque no las has hecho ni has tenido que ver con ellas. ¿Te sentirías aludido? He ahí el problema de los posesos: tienen que disparar a la nada. El que habita en la verdad no se siente aludido, ni atacado, ni asustado por esas palabras. Son voces que sólo pueden atormentar los oídos de quien las pronuncia porque para pronunciarlas ha tenido que retorcer la mente y cegarla a la verdad.
No creo yo que sean posesos (todos) los que atacan al Papa, con manifestaciones ridículas, provocadoras, desafiantes, insolentes, irracionales. Y sin embargo, su comportamiento sigue el esquema explicado sobre el demonio. Su dolor interno debe ser espantoso, porque TODO a su alrededor desmiente lo que ellos tratan de vociferar. Al tener que mentir para insultar se hacen un daño espantoso, que además humilla su capacidad de pensar y lo que saben de sí mismos.
En cambio, ¡cómo me ha llenado de un gozo espiritual inmenso, y de una gratitud inexpresable a Dios nuestro Padre, ver y escuchar al sucesor de Pedro derramando sabiduría, sosiego y luz limpísima, en vivo contraste con las tonterías y críticas bajas de los detractores!
Si dos están en contienda, y uno habla y el otro gruñe, ¿no es acaso durísimo eso de tener que gruñir: “Papa nazi” y mentiras por el estilo, para luego tener que sorberse el propio gruñido?
Sigamos entonces orando, aún con más amor, por la JMJ y por la persona y el ministerio de Benedicto XVI. Oremos por los que aman a Dios, y por los que se hacen tanto daño queriendo ser enemigos de Dios y de su Iglesia.
También está muuuuyyyy bonitooo!!!!! GRACIAS!!