Con frecuencia algunos buscan hacer callar a la Iglesia cuando habla de la dignidad del ser humano, de la injusticia del aborto, de la necesidad de atender a los enfermos terminales, de la urgencia por promover economías sanas y solidarias, a través del uso de un argumento repetido una y otra vez: ¿cómo la Iglesia, que se opuso a Galileo y a tantos científicos, pretende ahora tener la razón? ¿Cómo se atreve a hablar de justicia, de valores, de dignidad, cuando en el pasado pisoteó la legítima autonomía de la ciencia?
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