La pregunta de Judas Tadeo sobre por qué Cristo se revela a los discípulos y no al mundo es una de varias señales de cómo los discípulos querían una demostración fuerte de poder. Pero Cristo no cree en esos cambios que llegan desde fuera.
A ver si me aclaro
La evangelización, lo mismo que la vida cristiana misma, puede verse como un proceso y progreso de la ambigüedad a la claridad.
Hablar con claridad a los hijos
“El remordimiento mayor que tengo es el de no haberle sabido plantar cara a mi hija, el de no haberle dicho: “Hija mía, estás equivocada…”. Lo que me hacía actuar –mejor dicho, no actuar– era la idea que para ser querida tenía que evitar el choque y simular que era lo que no era…” Click!
Maria y la sanacion de relaciones intrafamiiares
Cristo utilizó algunas palabras solamente cuando había llegado su “hora,” es decir, en el contexto de la Cruz, de la redención y del amor hasta el extremo. Una de esas palabras, en cuanto referida a los discípulos, es “madre.” La verdad es que sólo a través de la lente de la Cruz podemos aprender a mirar a los demás como Dios los ve.
En particular, el misterio de la Cruz abraza por igual a Juan, el discípulo amado, y a María. Uno ve que la mejor manera de entender qué es una madre, y de sanar la relación con la madre, es descubriéndola primero como hermana, es decir, peregrina en la fe junto a nosotros.
Eso vale también para las relaciones intrafamiliares. Si el hijo se obstina en mirar al papá en primer y único lugar como “papá,” termina leyendo la vida de él sólo desde la óptica de los deberes que tendría que haber cumplido como papá; y lo mismo si el papá se queda viendo al hijo en primer lugar como “hijo.”
Por eso, la mejor forma de reconciliarse dentro de la familia es buscar que el otro primero se encuentre con Dios, sin pretender hacer valer los supuestos derechos que uno cree tener frente a la otra persona.