Homilia para el martes de la semana No. 15 del Tiempo Ordinario, con una invitacion a tener vigilancia y calma en nuestro actuar
3 respuestas a «Julio 13: En la vida espiritual es necesario tener vigilancia y calma»
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Homilia para el martes de la semana No. 15 del Tiempo Ordinario, con una invitacion a tener vigilancia y calma en nuestro actuar
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Dios quiera que tus palabras tomen vida y sean feacientes y facticas en todos los rincones de la tierra.
Amen.
Tema: En la vida espiritual es necesario tener vigilancia y calma
Fecha: 13 de junio de 2010-07-13
Duración: 10 min. 41 seg.
La lectura del profeta Isaías nos presenta uno de los momentos más angustiosos y apretados que tuvo que vivir Acaz, el sucesor de David en el trono de Judá.
Potencias extranjeras de gran ferocidad y que ya habían mostrado su capacidad de victoria, se acercan a Jerusalén. Y nos dice la Escritura que el corazón del rey se agitó, como se agitan los arboles del bosque con el viento. La respuesta que le da Isaías, de parte del Señor, al rey Acaz, sirve no solo para Acaz, sino también para todos los que sentimos a veces el corazón agitado, como los arboles del bosque con el viento.
Vigilancia y calma, esta es, en síntesis, la gran fórmula de la confianza en Dios. Vigilancia y calma, pero uno no sabe tener esta combinación.
A veces solo vigilamos, pero de tanto mirar los problemas, nos pasa como cuando uno va por un campo y salen algunos perros, y cuanto uno más mira a los perros, más crecen, hasta que van tomando el tamaño de fieras, leones, rinocerontes, dinosaurios…
La sola vigilancia, solo mirar los problemas, los agranda. La sola calma, nos vuelve perezosos, nos hace negligentes. En realidad, hace que nos convirtamos en platos servidos para que el pecado, o para que cualquiera de nuestros enemigos, acabe con nosotros.
Lo realmente difícil, pero verdaderamente sabio está en la palabra de Isaías: Vigilancia y calma.
Esto vale para la vida espiritual. Vigilancia, porque es verdad que tengo enemigos, porque es verdad que mi vocación tiene enemigos. Porque sigue siendo cierto que el demonio, el mundo, la carne, pretenden destruir mi vocación.
Vigilancia. ¿Vigilancia hasta la angustia? No. ¿Vigilancia hasta la desesperación y la crisis? No, pero vigilancia. Una vigilancia con calma, no una calma sin vigilancia.
Y lo mismo sucede para todo aquello que ha recibido vida de Dios en la Iglesia. Pensemos por ejemplo, en una comunidad. Corresponde especialmente a los superiores estar, como bien lo signaba San Gregorio Magno en su regla pastoral, estar como por encima del conjunto, atisbando ¿Aquí qué está sucediendo?, ¿Esto para donde va?, ¿Aquí que puede pasar?
Vigilar, como sabemos, viene de una raíz latina que significa “estar despierto”. Estar despierto, más despierto que todos. El que es superior, Obispo, Prelado, Prior le corresponde estar más despierto que todos, más en calidad que en cantidad, desde luego. Más despierto, para descubrir antes que todos el peligro.
Así por ejemplo, le decía Dios al profeta Ezequiel: “Te he puesto como centinela, para que estén en lo alto de la muralla de Jerusalén y veas de lejos llegar al enemigo”.
Debemos orar con mucho amor por nuestros superiores, porque la misión que Dios les ha encargado es dura. Tienen que estar por encima, pero antes de estarlo por la autoridad, deben estarlo por la vigilancia, para ser los primeros en darse cuenta qué puede sucederle al rebaño de Dios.
Pero si el superior se congela en el miedo por los peligros que ve que se acercan a la Iglesia, intentará con sus fuerzas, intentará con su poder, intentará con sus recursos dominar las situaciones, y resulta que San Pablo nos advierte en la Carta a los Efesios que nuestra lucha no es contra estos cabos de tizón humeantes, Rasín y el hijo de Romelia. No, esos no son nuestros grandes enemigos.
Una cosa interesante es que ese hijo de Romelía se llamaba Pecaj. Un nombre que los hebreos detestaban. El acento que tiene esa palabra, va exactamente en contravía del acento usual en hebreo. En hebreo una palabra como esta sería siempre Pecáj, pero ese señor se llamaba Pécaj. Y el redactor hebreo detesta tanto el nombre de ese señor Pécaj, que solo le dijo una vez, de ahí en adelante, le llamaba el hijo de Romelía. Odiaba indudablemente esa palabra y seguramente, lo que representaba ese señor.
Asi pues, nuestros problemas no son Pecáj, con su nombre disonante, ni Rasín, el rey de Damasco, por encima de todos esos problemas, nos dice el Apostol San Pablo en la carta a los Efesios, nuestros enemigos son, por decirlo así, trascendentes, están más allá de eso, por lo tanto necesitamos defendernos con la coraza de la Palabra, con el escudo de la fe, con el yelmo de la justicia.
Necesitamos revestirnos de las armas del Espíritu para responder a enemigos que no son enemigos, ni personas. Al contrario, se desorientaría quien creyera que sus peores o más graves enemigos son lo que piensan los otros, o el partido de no sé que, o los de la línea de no que quien. Eso es perverso, eso es desubicarse.
Y precisamente el superior, sobre todo el superior, no debe desubicarse. Debe estar atento, en la altura, para descubrir estos enemigos, pero con calma. Y la calma ahí, evitara que se llene de nervios, de aprehensión o de falsa autoridad para pretender resolver él, lo que solo puede resolver Dios.
Vigilancia y calma, una combinación difícil de tener.
Yo quiero encomendar nuestro camino, nuestra vida y nuestra vocación a la Virgen María. Esta lectura es muy oportuna para meditar sobre la Virgen María, porque como lo han dicho muchos místicos, ella es como la Jerusalén, como la ciudad de Dios.
Ciudad de Dios por su belleza, ciudad de Dios por su fortaleza, ciudad de Dios porque está puesta en alto, y sobretodo ciudad de Dios porque, presidida por el mismo Dios, en ella se cumplió perfectamente lo que no se pudo cumplir en la Jerusalén de esta tierra, es decir, la vigilancia y la calma.
Hay una palabra más cortica para esa combinación de vigilancia y calma, que es la palabra prudencia en su sentido original. La prudencia no es no actuar, sino actuar cuando hay que hacerlo, no actuar cuando no hay que hacerlo, y cuando hay que actuar, actuar de la manera correcta, de la manera oportuna, justa y en el modo preciso.
Nosotros invocamos en las letanías a la Santísima Virgen, como la más prudente de las vírgenes. Virgo Prudentíssima, decimos en latín. Y esta prudencia infinita de María, ¿Qué quiere decir? Que en ella la vigilancia alcanza casi el conocimiento de Dios, en el sentido de que, ya desde muy lejos puede reconocer al enemigo. Reconoce al pecado y al mal antes de que le suceda, pero ¡Calma!, porque toda su fortaleza, porque toda su confianza, porque toda su gracia está en Aquel que la ha creado y que la ha redimido, en Dios, su Salvador.
Por eso escuchando estas palabras de Isaías, pidámosle a la Santa Virgen, que ella, como madre solícita proteja, abrace, cuide nuestra vocación, nuestra vida, y nos de esa prudencia, vigilancia y calma. Reconocimiento del peligro y de las oportunidades de bien, y firme certeza en Aquel que nos ha salvado y que con su bondad nos llevará hasta el término prometido.
Amén.
SEÑOR JESUS REGALANOS LA GRACIA DE LA VIGILANCIA , LA CALMA Y AUMENTANOS LA FE ATANOS A TI CON CUERDAS DE AMOR Y MISERICORDIA PORQUE SOMOS TUYOS Y TUYOS QUEREMOS SER.
“SI NO CREEIS NO SUBSISTIREIS” PUES SI PORQUE SN TI TODO SE VIENE ABAJO COMO DIJO EL APOSTOL PEDRO SEÑOR A QUIEN IREMOS?
SEÑOR TU SABES DE MIS ENEMIGOS Y SUS COSAS , REGALAME LA PRUDENCIA QUE TANTO NECESITO.
DIOS LE BENDIGA PADRE GRANDE Y PODEROSAMENTE.