14. “Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de antemano” (CEC 643).
Los Apóstoles y los primeros discípulos fueron tremendamente conmocionados por la pasión, crucifixión y muerte de su amado Maestro. Aunque Él en varias ocasiones les había anunciado el hecho no lo asimilaron en conciencia. Jesús quiso prepararlos y aleccionarlos en la necesidad del acontecimiento de la Cruz, pero ellos no lo aceptaban y distraían su atención a otras cosas. Por esto cuando llegó el tiempo de su glorificación -su Pasión, Crucifixión, Muerte y Resurrección- les pareció una hecatombe que acababa con todo lo ya construido. Cuando apresaron a su Maestro para llevarlo a la muerte de cruz todos huyeron y sólo san Juan -de los discípulos varones- lo acompañó después hasta la Cruz. No aceptaban ni comprendían la Cruz, no tomaban conciencia que era necesaria para alcanzar la Resurrección y la destrucción del mal.
Poco a poco los Doce Apóstoles fueron aceptando la Cruz, sobre todo después de ver resucitado a su amado Maestro. Tuvieron que beber del Cáliz del Redentor, para constituirse en Iglesia de Cristo. Todos ellos fueron martirizados y muertos (a excepción de san Juan que sólo fue martirizado) pidiendo clemencia a Dios por sus verdugos. Todos asumieron la Cruz con y en Jesús y por esto se convirtieron en fundamento sólido y probado de la santa Iglesia. Por la fe de Jesús en ellos, adquirieron una fortaleza y una sabiduría excepcionales, que los coloca como arquetipos de la Iglesia: ellos estuvieron desde el principio con Jesús y continuaron con Él a pesar de sus fallas, y se constituyeron en testigos de su Resurrección, y están donde Él está en el seno del Padre. De ellos, por su sacrificio y por ser fundamento de toda la Iglesia, recibimos la capacidad de decir sí a la Cruz. De ellos y de todos aquellos que han “gustado” la Cruz y nos han precedido recibimos por trasmisión (Tradición) la capacidad de ser consecuentes con la Doctrina cristiana.
Por la influencia de la comunión de todos los miembros de la santa Iglesia adquirimos la fortaleza para tomar la Cruz y la alegría de sabernos hermanos en Cristo. La Iglesia triunfante, purgante y militante es también ayuda y apoyo de nuestro sí a la Cruz. Dicha trasmisión de gracia capaz de la Cruz, está viva y eficaz en el ministerio de la Iglesia encabezado por el Papa, y los Obispos unidos y fieles a él (por ser vicario de Jesús), formando el Real y Santo Magisterio. La Cruz es prueba de nuestra verdadera inserción al Cuerpo Místico de Cristo. Ante Dios y sus ángeles la Cruz identifica a su verdadera Iglesia. Los seres angélicos también aprenden unidos a la santa Iglesia el Gran Misterio de la Cruz, y así Dios los hermana al hombre haciéndolos deudores unos de los otros: así es como la Cruz de Cristo se proyecta de la tierra al cielo.