De todos es conocido que el prestigioso periódico New York Times ha formulado acusaciones gravísimas contra Benedicto XVI, básicamente presentándolo como un encubridor de delitos de abuso, no como Papa, sino en el tiempo en que fue cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Este lenguaje del NYT ya es notable porque en los comienzos del pontificado de Benedicto se le quería presentar como demasiado estricto, demasiado alemán, demasiado “Panzer.” Las presentes acusaciones, en cambio, querrían sugerir que el entonces Cardenal Ratzinger fue excesivamente blando. Donde se ve que, cuando se trata de desprestigiar al Papa hay gente que usará lo que sea, lo que les venga a la mente, lo que esté de moda en un momento dado.
Sin embargo, la agencia ZENIT muestra, con gran oportunidad, la incoherencia pavorosa de este gigante mundial del periodismo. Lo que sigue es de ZENIT.
La documentación publicada por el New York Times desmiente la tesis según la cual el cardenal Joseph Ratzinger no fue suficientemente enérgico al gestionar el caso de un sacerdote estadounidense culpable de haber abusado de numerosos niños.
Es la conclusión a la que llega el periodista italiano Riccardo Cascioli al analizar, en un artículo aparecido el pasado viernes 26 de marzo en el diario Avvenire, el servicio del diario neoyorquino objeto de las recientes discusiones.
Según el New York Times, “altos funcionarios vaticanos – incluido el futuro papa Benedicto XVI – no había expulsado del estado clerical a un cura que había abusado de unos 200 niños sordos, a pesar de que varios obispos norteamericanos hubieran advertido repetidamente que la falta de una acción decidida en este caso podría poner en entredicho a la Iglesia”.
“En realidad, precisamente toda la documentación publicada por el New York Times en su página desmiente esta lectura tendenciosa de los hechos referidos al padre Lawrence Murphy, entre 1950 y 1974 capellán en una escuela para sordos de la diócesis de Milwaukee”, explica Cascioli.
“Los documentos dicen de hecho que los únicos que se preocuparon por el mal realizado por Murphy fueron los responsables de la arquidiócesis norteamericana y la Congregación para la Doctrina de la Fe, mientras que las autoridades civiles habían archivado el caso. Concretamente, la Congregación para la Doctrina de la Fe, implicada en la cuestión sólo entre 1996 y 1997, dio la indicación de proceder contra Murphy a pesar de que la lejanía temporal de los hechos constituyera un impedimento a la norma del derecho canónico”.