Mientras los enemigos de la fe no omiten, en efecto, en nuestros días esfuerzo ninguno para procurar con habilidad múltiple e infatigable los mayores desastres en el pueblo y de una manera especial en la multitud obrera y en las filas de la juventud, los ministros de la Iglesia Católica no alcanzan a resistir y repeler a los fautores del mal, cuyo número aumenta cada día y cuyos recursos crecen sin cesar. Además: la acción de los sacerdotes no puede extenderse a todas las capas de la sociedad, porque no faltan personas que la impiden, impulsadas a ello por el propio interés, o que rechazan la sagrada autoridad del clero movidas por el propio género de vida, aunque están muy necesitadas de la solicitud de los pastores de almas. De aquí nace la necesidad de esa colaboración de los fieles que, no son inspiración divina, hemos llamado “participación” de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia.
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