LA HUMILDAD DE JESÚS
(Mt 11,25-30; Mc 7, 24-30; Jn 13, 1-15; Filp 2,5-11)
Les invito a estudiar un poco la persona de Jesús y a detenernos en una de las características que le señalan como al Hijo de Dios, que “se anonadó a sí mismo” (Filp 2, 7), haciéndose hombre para conducir al hombre a la cima de la humildad que consiste en servir a Dios en los hombres, en humillarse por amor para glorificar a Dios salvando los hombres. No olvidemos que toda visión sobrenatural va siempre unida a la humildad. El humilde, que se considera poca cosa ante Dios, ve lo sobrenatural, ve a Jesús: “has revelado estas cosas a los sencillos y a los pequeños” (Mt 11,25); el que está pagado de su propia valía es incapaz de percibir lo sobrenatural, porque la humildad se opone a la soberbia: “ocultaste estas cosas a los sabios y entendidos” (Mt 11,25). El humilde reconoce que ha recibido de Dios todo lo que es y tiene (1Cor 4,7); que él es nada sin Dios (Gal 6,3); que todo le viene de Dios y sólo en El lo puede todo (Jn 15,5).