El argumento moral por excelencia en la pseudo-filosofía “progre” — que hoy por hoy invade a la mayor parte de Occidente — va de esta manera: “Si los implicados son adultos, y no se obliga a nadie, y no hay daños a terceros, déjalos en paz.”
Ese es el argumento básico detrás de la eutanasia o del matrimonio gay, por ejemplo. Una versión modificada sirve para legalizar el aborto o el consumo regulado de drogas psicotrópicas. En todos estos casos la suma de las razones presentadas es: “Si ellos quieren, y no hace daño a otros, ¿por qué no?” Detrás de su aparente aspecto amable esta postura entraña un espantoso egoísmo y una falta seria de apoyo en alguna forma de realidad más allá del acuerdo intersubjetivo. Las consecuencias, a veces trágicas, a veces cómicas, de este modo de argumentar aparecen pronto, como ha sucedido en una noticia publicada hoy.
Vamos con la poligamia. La BBC reporta el caso de Kody Brown, un estadounidense que ha decidido “salir del closet,” no para declarar que es homosexual sino para decir que es muy heterosexual, al punto de tener tres esposas, doce hijos, y contando… Llega así el momento emocionante de ver qué puede decir la moralidad “progre” frente a este caso.
Según el axioma de “Son adultos, dejadlos en paz…” lo único que hay que verificar es si las esposas están felices así, y cómo se trata la cuestión de los niños. Lo de las esposas no es problema. Hay mujeres que aceptan ese régimen, o dicen incluso que es justo, conveniente o querido por Dios. Por ejemplo, Christine, una de las esposas dice: “Bueno, mis hijos son mis hijos pero, sí, los amo totalmente a todos y todo esto es mi familia. Es asombroso.” Lo que sea: si ellas dicen que lo aceptan, tu argumento progre no puede ir más lejos. A lo sumo podrás decir: “Aceptaremos la poligamia, pero sólo si se acepta que también una mujer se pueda casar con varios hombres.” No creo que Kody pondría mucha objeción.
En cuanto a los niños, si yo fuera polígamo acudiría el recurso favorito en estos casos: la maraña de las estadísticas y los estudios de fachada científica. Ya me imagino yo a ciertos políticos de los que conocemos diciendo con ceño fruncido y blandiendo carpetas repletas de cuadros y tortas: “Estudios muy serios muestran que los niños fruto de la poligamia son incluso más sociables que los niños de las parejas homosexuales, y en todo caso mucho mejores que los niños de las viejas familias homófobas y acomplejadas en que sólo hay un papá y una mamá…”
Claro que queda un último obstáculo: la ley. Kody lo sabe y por eso su movida es lógica: salir del closet. Pronto escribirá un libro que puede llamarse algo así como “Destruyendo el mito de la monogamia.” Luego las portadas de las revistas en los supermercados nos van a mostrar que no sólo es normal sino “de moda” tener varios esposos o esposas. Luego las modelos (o maniquíes) hablarán “sin ambages” de cómo sus vidas son plenamente felices desde que dieron el paso de esas antiguas y ya envejecidas relaciones lesbianas a esta nueva ola revolucionaria y vibrante de la poligamia y la poliandría. Entonces el gobierno dirá que la Iglesia nunca entiende nada y siempre se opone a todo lo que es más humano y razonable. Se instalará así un gabinete de ministros con 7 personas y 10 matrimonios. Al final, harán una estatua a Kody y esculpirán en bajorelieve el closet del que salió… para liberar al mundo.