140.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
140.2. ¡Con cuánta reverencia pronuncian los bienaventurados habitantes de los cielos el Nombre Santo de Dios y con cuánto desprecio el mundo lo ignora o maltrata!
140.3. Dime, ¿por qué la gente exige tanto en su comida y en su vestido, hasta ser intolerantes con cualquier defecto que encuentran, mientras que a Dios sólo le arrojan las sobras de su tiempo y de sus fuerzas? A ti por ejemplo, te veo llegar a la oración con el cansancio y la mente embotada. Veo que te pasa a menudo que, cuando ya no pueden darte más los hombres entonces te vuelves a tu Dios. Cuando ya ninguna idea te atrae, piensas en tu Hacedor. Él va de segundo o de tercero, o va en el lugar que pueda, como uno más dentro de una serie.