RESPIRAR A DIOS: Este ejercicio te ayuda a colocarte en una temperatura interior de presencia de Dios, de bondad para poder con la ayuda de tu Señor otorgar el perdón que necesitas dar.
Percibe el aire que pasa por tu nariz al aspirar. Siente el aire y su calidad: ¿aire caliente?¿aire fresco?… Percibe las áreas donde se siente. Aspira lentamente el aire por la nariz para poder sentirlo… Siente si entra más aire por una fosa nasal que por la otra… Siente cómo se llenan los pulmones al aspirar y cómo se relaja el pecho al expirar… Concentra ahora tu atención en ti mismo al observar tu propia respiración. Verifica que el yo es diferente de la respiración que estás observando. Puedes decirte: “no soy la respiración”… Enfoca de nuevo tu respiración. No intentes controlarla o profundizarla, sencillamente toma conciencia de ella… Toma conciencia de los movimientos que se producen en tu cuerpo, en los pulmones, en el diafragma. Toma conciencia de la inspiración.., de la expiración. Di internamente: “ahora estoy absorbiendo el aire… ahora estoy soltando el aire”. Sin reflexiones. Únicamente ser consciente de ello.
Observa el diafragma que se llena y se vacía… Aspira y expira varias veces suavemente. Percibe el aire que pasa por tu nariz y se expulsa por tu boca. Aire caliente, aire frío… Concentra ahora tu atención en ti mismo, en el yo que está respirando… El aire está cargado de la presencia de Dios. Aspira como aspiras el aire… expresa deseo, hambre y sed de Dios… Desea que él te penetre y purifique, como el aire que penetra en tus pulmones y purifica tu sangre. Como el aire oxigena tu sangre, la presencia de Dios te reconforta, te reaviva… Aspira profundamente queriendo que Dios purifique tu vida y la llene de bondad… Al expulsar el aire, expresa arrepentimiento por tus pecados y omisiones. Experimenta también el deseo de entregarte al Señor. Pon énfasis en esa entrega al expulsar el aire de tus pulmones… Repite conscientemente aspiraciones y expiraciones dándoles el sentido de entrega, de amor, de intimidad, de alabanza, de acción de gracias, de purificación, de perdón. Te recomendamos este estilo de oración acompasada, acompañando la respiración. Nuestros deseos de Dios son actos de amor. Abre los ojos y continúa presente al Señor.
Ahora asimila lo mejor posible la siguiente parábola: “Ostra que no ha sido herida no puede producir perlas. Estas son el producto del dolor… resultados de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en le interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. No olvides: las perlas son heridas curadas. En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada nácar. Cuando penetra en la ostra un grano de arena las células del nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas y capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, se va formando una hermosa perla. Una ostra que no fue herida de algún modo no puede producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada.
¿Te has sentido lastimado por las palabras hirientes de alguien? ¿Fuiste acusado de haber dicho cosas que nunca dijiste? ¿Tus ideas han sido rechazadas o mal interpretadas? ¿Sufriste los duros golpes de los preconceptos, de que te hayan juzgado mal? ¿Has recibido indiferencia, desamor, frialdad, hielo, olvido, distanciamiento?
Entonces, si esto lo has recibido con amor, perdonando, produces perlas. Cubre tus heridas con varias capas de perdón, de amor. Son pocas las personas que se interesan por este tipo de proceso. La mayoría sólo aprenden a cultivar resentimientos dejando sus heridas abiertas… alimentándose con varios tipos de sentimientos pobres, envenenados, e impidiendo, por lo tanto, que las heridas cicatricen. Por eso, en la práctica vemos que son muchas las “ostras vacías”, No porque no hayan sido heridas, sino porque no han sabido perdonar, comprender y transformar un dolor en amor: una sonrisa, una mirada, un gesto, la mayoría de las veces dicen más que mil palabras”.
Nuevamente cierra las ojos, toma conciencia de tu respiración, de la sensaciones de tu cuerpo, siente la espalda tocando suavemente la silla… siente el cuello moviendo suavemente la cabeza adelante y atrás, a derecha e izquierda… siente la presencia de Dios dentro de ti, alábalo y dale gracias por el momento que te ha dado de conciencia de su presencia amorosa en ti, del amor que te ha dado.