PERDONAR Y OLVIDAR: A la falta de perdón se le llama, también, cáncer emocional. Aunque los investigadores todavía no saben cómo prevenir todos los tipos de cáncer, ya han detectado una de las causas que lo provoca: la irritación constante. Fumar provoca el cáncer de pulmón porque la nicotina y el alquitrán de los cigarrillos irritan los pulmones. Exponerse a las quemaduras producidas por los rayos solares irrita la piel y esto incrementa la posibilidad del cáncer de piel. La irritación emocional puede causar el equivalente al cáncer emocional. El peor tipo de irritación emocional, aquello que destruye a la gente como un cáncer emocional, es no perdonar a los que nos han lastimado u ofendido.
Relación entre perdonar y olvidar: Ya hemos visto que perdonar es una decisión de la voluntad. La acción de olvidar, en cambio, tiene lugar en el ámbito de la memoria, que no responde inmediatamente a los mandatos de la voluntad. Yo puedo decidir olvidar una ofensa y que se borre aquel recuerdo, pero no lo consigo. La ofensa sigue ahí, en el archivo de la memoria, a pesar del mandato voluntario. Lo primero que esto me dice es que olvidar no es lo mismo que perdonar, porque yo puedo decidir perdonar y perdono, mientras que mi decisión de olvidar no tiene el mismo resultado. El perdón, entonces, puede ser compatible con el recuerdo de la ofensa.
En cambio, la expresión “perdono pero no olvido” significa que, en el fondo, no quiero olvidar, y ese no querer olvidar equivale a no querer perdonar. ¿Por qué? Cuando se perdona, se cancela la deuda del ofensor, lo cual es incompatible con la intención de retenerla, de no querer olvidarla. En consecuencia, si bien no podemos identificar el perdón con el hecho de olvidar el agravio, sí podemos decir que perdonar es querer olvidar.
Ordinariamente, si la decisión de perdonar, que incluye el deseo de olvidar, de no registrar los insultos, ha sido firme y se mantiene, el recuerdo de la ofensa irá perdiendo intensidad y, en muchos casos, acabará extinguiéndose con el paso del tiempo. Pero aun si esto último no ocurriera, el perdón se habría otorgado, porque su esencia no está en el hecho de olvidar, sino en la decisión de liberar al ofensor de la deuda contraída. Una señal elocuente de que se ha perdonado, aunque no se haya podido olvidar, es que el recuerdo involuntario de la ofensa no cuenta en el modo de conducirse con el perdonado. Tal vez no sea posible olvidar, pero hay que proceder como si hubiéramos olvidado. El verdadero perdón exige obrar de este modo. Porque el verdadero amor “no lleva cuentas del mal” (1 Cor 13, 5).
Por otra parte, ¿podemos decir que olvidar es perdonar? Ya hemos visto que se trata de dos acciones distintas. Una ofensa se puede olvidar sin haber sido perdonada, aunque si el agravio ha sido intenso, difícilmente se olvidará si no se perdona. Por eso, cuando la ofensa ha sido grande y se ha decidido perdonarla, el olvido puede ser una clara confirmación de que realmente se ha perdonado. Borges narra, con brillante imaginación, un supuesto encuentro de Caín y Abel, tiempo después del asesinato, que ilustra lo que acabo de decir: “Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen. Abel contestó: “¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos otra vez como antes”. Porque olvidar es perdonar -dijo Caín-. Ahora sé que en verdad me has perdonado. Yo trataré también de olvidar”. Dios olvida la culpa: Un sacerdote cargaba por muchos años la carga secreta de un pecado que había cometido muchos años atrás. Ya se había arrepentido y confesado ante Dios pero no tenía paz en su corazón, no sentía que Dios lo había perdonado. Un día, a una religiosa que tenía la fama de ser muy amiga de Dios, y que ocasionalmente tenía sueños o visiones que Dios le daba, le dijo: dile al Señor que te diga cuál es mi pecado secreto, que no me deja vivir en paz, a pesar de que lo he confesado ya. Unos meses después lo visitó la religiosa y le dijo “anoche Dios me hablo!” “¿Y le preguntó de mi pecado secreto del pasado?” “si” respondió “¿y que le dijo Dios?”. Y ella le contestó: “Me dijo: dile que no me acuerdo!”. El sacerdote le dijo: entonces sí era Dios. Y si se olvidó de mi pecado es porque ya me lo ha perdonado. Porque Dios cuando perdona olvida. Así le dice el profeta: “todos ellos me conocerán del más chico al más grande, -oráculo de Yahveh- cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme” (Jer 31,34; cf. Ez 18,22; 33,16; Hebr 10,17).
Perdonar como Cristo ¿Cuál es el estilo del perdón de Cristo? Pablo nos lo dijo: “Sean benignos entre ustedes, misericordiosos, perdonándose unos a otros, como Dios los ha perdonado a ustedes en Cristo” (Ef 4,32). ¿Cómo nos perdonó Dios? Borró completamente el libro donde estaban nuestros pecados y ya no nos acusa por ellos. Podemos decir después de su perdón: ahora sí “borrón y cuenta nueva”.
Cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador, Él inmediatamente echó “en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miq 7,19). Por su parte, David declaró: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestros pecados, nuestras rebeliones” (Salm 103,12).
¿Por qué usó David la frase “el oriente del occidente”, en vez de “el norte del sur”? La distancia. que hay entre el Polo Norte y el Sur es exacta y medible. Por el contrario, nadie puede determinar dónde empieza el oriente y dónde termina el occidente. Existe una distancia infinita e inmensurable entre los dos! ¿Entiende lo que esto significa? Dios nos separó de todos nuestros pecados en forma total. De la misma manera, nos manda que hagamos lo mismo y borremos el libro donde apuntamos las ofensas de otros hacia nosotros!
Si perdonar equivale a olvidar, debemos tratar a nuestros semejantes con sinceridad y amor. Sobre todo, cuando uno viene a nosotros y dice, “perdóname por la ofensa”, hemos de perdonar de todo corazón. En el evangelista Mateo dice Jesús: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano” (Mt 18,35) Es una hipocresía abominable cuando un cristiano dice “te perdono”, pero continuamente se acuerda del mal que se le ha hecho. Debemos ordenar nuestra mente y andar en la verdad de Cristo. Si no lo hacemos, seremos guiados por nuestra concupiscencia, y una vida así nos llevará al error y al pecado.
“Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quién se le perdona poco, poco ama” (Lc 7,47) ¿No es este el problema de muchos, “que aman poco”?
El perdón une a los hombres; el guardar rencor los distancia. El perdón sana las heridas del alma, nos alivia en nuestras emociones y nos hace sentir bien, pues ya no hay nada que nos acuse porque hemos perdonado como Dios en Cristo nos ha perdonado a nosotros.