La controversia suscitada por el libro de Jose A. Pagola sobre Jesucristo, que tanto ayudará a subir su difusión y venta, revive desde el punto de vista teológico la pregunta por el estatuto de las conferencias episcopales, o en general, del carácter que reviste una enseñanza o disposición de un obispo, si se le considera de manera individual o como parte de un cuerpo colegiado más amplio.
El criterio con el que se han presentado las cosas, por lo menos si uno juzga por algunos comentarios a estos blogs, es algo así como esto: “Si es un solo obispo el que condena un libro, el problema es del obispo; si en cambio fueran muchos, valdría la pena considerar el asunto.” La pregunta que surge es: Según esta eclesiología basada en mayorías, ¿cuántos obispos, y de qué sedes, tienen que pronunciarse sobre un asunto para que este quede zanjado?