Un fenómeno típicamente centroamericano ha hecho su aparición en las calles de Barcelona y otras ciudades de España, dejando ya su conteo de muerte, terror, crueldad y crimen. Hablo de pandillas como la internacional Mara Salvatrucha, de origen salvadoreño. Y me atrevo a afirmar que la inmensa mayoría de los pandilleros, lo mismo que un número ingente de los que vemos como “indeseables,” no son otra cosa que héroes que perdieron el camino, santos a los que no llegó su Damasco, líderes mentalmente mutilados por una infancia desastrosa o una juventud marcada por la perplejidad y la agresión.
Mi discurso no es que “en el fondo son buenos muchachos…” Mi discurso no es un llamado del tipo: “No se les puede aplicar la ley porque… ¡mira cuánto han sufrido desde chicos!” Mi discurso no es ni quiere ser romántico, espiritualista o iluso.