Cuando los británicos protestantes empezaron a tomar posesión por la fuerza de los templos católicos en Irlanda hubo un enfrentamiento cultural y civil, por supuesto, pero también la confrontación de dos modos de ser iglesia. Tal vez la mejor manera de percibir la diferencia es preguntarse qué clase de diálogo pudo darse en tales circunstancias, a principios del siglo XVII. La respuesta puede ayudar a entender por qué existe una Latinoamérica católica, por qué Polonia es baluarte del catolicismo en Europa Occidental, y por qué el avance teológico no suele ir a la par con el avance misionero.
Los británicos han amado las matemáticas y la lógica. Es una tradición que va desde Newton hasta Turing y Tim Berners-Lee, el inventor de la Web. En términos de pensamiento ese modo de ser y obrar dio origen a la Filosofía Analítica. Por contraste, Irlanda tiene un notable número de Premios Nobel de Literatura, desde los legendarios William Yeats (1923) y George B. Shaw (1925) hasta Seamus Heaney (1995). El genio irlandés está más en la línea de la narración y menos en el análisis.
Surgen así como dos aproximaciones al mundo, la cultura y la fe:
- Análisis de las palabras, lógica, afán de coherencia, exaltación del individuo, pasión por el resultado.
- Uso de las palabras, narración, capacidad de asombro, valoración de la comunidad, pasión por la variedad.
Quizás abusiva, como toda generalización, pero útil para destacar un hecho: cuando la fe llega a una cultura del tipo 1 produce abundancia de teología, academia, publicaciones; cuando llega a una de tipo 2 produce primero liturgia, hospitales, teatro, arquitectura.
La producción teológica española en los tiempos de la conquista recibió un impulso muy grande de la cuestión sobre la humanidad de los indígenas. Quítese ese tema particular, y el aporte de Melchor Cano en cuanto al método teológico, y poco hay que decir en Sagrada Escritura, Dogma, o Moral. Las culturas de tipo 2 no se sienten cómodas cuestionando sus bases. “La Biblia es la Biblia, como la hemos conocido siempre,” se escucha en sus filas. Un alemán de la misma época, Lutero, procura en cambio estudiar hebreo y griego: analizar las palabras, y no sólo usarlas.
El énfasis en el uso de las palabras y la confianza instintiva en las propias fuentes hacen que el modelo 2 sea especialmente efectivo en cuanto a la implantación de la fe. Lo que a veces se mira con desprecio como “religiosidad popular” indica algo profundo, que no es la plenitud del Evangelio pero que tiene valor inmenso como realidad social. Los países sin religiosidad popular son los primeros en rendirse sin lucha a la secularización. La mayor parte de la gente no puede seguir el hilo de complicadas argumentaciones, y si no hay una práctica religiosa básica que acoja a los náufragos de los ataques secularistas, la mayoría simplemente se deja hundir.
Hay mucho más que decir, pero es mejor a sorbos, ¿o no?