Si Dios estaba advirtiendo a Pilato a través de su esposa: “No te metas con ese Justo” (San Mateo 27,19), agotando hasta el último recurso para tocar y cambiar su corazón, ¿qué habría pasado, si en su libertad, Pilato hubiera elegido no condenar a Jesús? No sé; ¿no era la voluntad del Padre la Cruz de Nuestro Señor? ¿No debía cumplirse lo que sucedió? ¿Habría sido Jesús condenado de todas formas? O, ¿Dios tendría otro plan de salvación? O tal vez, ¿no debe uno hacerse esas preguntas? Es que llegan al pensamiento, y me pareció ver como una contradicción. Gracias, Fray Nelson. Saludo y abrazo. -María Magdalena G.
Hay un tema relacionado que puede leerse junto a este: “Los misterios de Judas Iscariote”.
Ahora bien, las preguntas sobre lo que hubiera podido pasar son extremadamente atrayentes–y extremadamente difíciles. Aún en cosas relativamente triviales la mente humana siente que el árbol de las posibilidades se abre más allá de lo que uno puede medianamente analizar. Recordamos todos el atentado del 11 de Septiembre de 2001 a las Torres Gemelas. Hemos oído también más de una historia relacionada con personas que ese día tenían que haber estado en esos edificios, pero que por ejemplo por un atasco en el tráfico o un resfrío, o que olvidaron poner el despertador iban a llegar tarde, y esos minutos los salvaron. Examinemos eso: poner el despertador en la hora es un acto que toma unos pocos segundos y quizás oprimir un par de botones, y eso pudo hacer la diferencia entre estar vivo o quedar muerto. Y luego ese, que quedó vivo, se casa y engendra un hijo, y ese hijo se hace sacerdote, y ese sacerdote pasa por una calle el día en que yo voy a tener un accidente en Taiwan, y gracias a eso, yo no muero sin recibir la absolución de un sacerdote. Esa clase de relatos tienen una cierta fascinación en la mente humana, ya desde hace miles de años.
De fondo, lo que hay en ellos es la percepción aguda de la contingencia, es decir de esa característica de los actos humanos: que no son necesarios, que no tenían que pasar ni tampoco tenían que no pasar.
Algunos autores, incluyendo gente muy respetable como Albert Einstein, creen en un determinismo total y ven en la libertad humana simplemente una ficción que resulta útil para mantener un cierto nivel moral en la sociedad. Otros, como Roger Penrose, ven en la actividad neuronal el espacio para que las incertidumbres propias del mundo cuántico se hallen a gusto, de modo que son las probabilidades propias del colapso de la ecuación de onda de Shrödinger lo que explica que los humanos seamos impredecibles. Otros autores más clásicos, como santo Tomás de Aquino, dijeron que aunque haya condicionantes y limitantes externos en la libertad, existe siempre un espacio interior en el que el ser humano tiene la posibilidad de hacer su propio camino y en cierto sentido hacerse a sí mismo. Tal es al postura oficial de la Iglesia Católica al respecto. Este es el resumen del Catecismo:
- 1743 Dios ha querido ‘dejar al hombre en manos de su propia decisión’ (Si 15,14). Para que pueda adherirse libremente a su Creador y llegar así a la bienaventurada perfección (cf GS 17, 1).
- 1744 La libertad es el poder de obrar o de no obrar y de ejecutar así, por sí mismo, acciones deliberadas. La libertad alcanza su perfección, cuando está ordenada a Dios, el supremo Bien.
- 1745 La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Hace al ser humano responsable de los actos de que es autor voluntario. Es propio del hombre actuar deliberadamente.
- 1746 La imputabilidad o la responsabilidad de una acción puede quedar disminuida o incluso anulada por la ignorancia, la violencia, el temor y otros factores psíquicos o sociales.
- 1747 El derecho al ejercicio de la libertad, especialmente en materia religiosa y moral, es una exigencia inseparable de la dignidad del hombre. Pero el ejercicio de la libertad no implica el pretendido derecho de decir o de hacer cualquier cosa.
Al tomar una decisión, no solo hacemos algo sino que nos hacemos alguien; adquirimos una forma, un ser que no teníamos: tal es la grandeza que conlleva la libertad.
Y entonces: ¿qué hubiera pasado con la redención del mundo si la libertad de Pilato hubiera ido en una dirección distinta? Bueno, tengamos en cuenta que los acontecimientos de la Pasión no fueron la única vez en que los enemigos de Cristo quisieron matarlo. Leamos en Juan 7,25-30:
Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.» Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado.» Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
En un caso así Cristo hubiera podido morir. En un caso así, la libertad de las personas allí implicadas obró de modo tal que él no fue prendido ni asesinado. Otro ejemplo ilustrativo es Lucas 4,28-30:
Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.
Hay también obró la libertad de esas personas, y, de nuevo, allí mismo Cristo hubiera podido morir.
Lo que uno ve sin embargo, no por uno o dos pasajes, sino por el desarrollo entero de la misión de Cristo, es que eso no podía terminar sin una confrontación, y es evidente una cosa: al llegar el enfrentamiento lso enemigos de Cristo usarían toda su fuerza para quitarlo de en medio. No hay que imaginar entonces que el designio de Dios Padre fue según le modelo pre-determinista de Einstein, que quita todo espacio a la libertad, sino más bien pensemos que Dios Padre envió a su Hijo con una misión de amor redentor que sólo podía terminar como terminó, en este sentido: el que se arriesga a amar se arriesga a ser maltratado, probado, utilizado, espiado.
Por eso cuando leemos que en la Pasión de Nuestro Señor se cumplió la Escritura no hemos de pensar que se refiere a algo así como el guión de una película que los profetas pudieron ver por adelantado, sino que alude a que la progresiva revelación de Dios hacía esperar que fuera esa clase de amor el que se manifestara en Cristo, pues “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1,1-3).