101.1. ¿A qué me envía Dios a tu vida? Esta pregunta debería resultar fácil de responder. La piedad del pueblo creyente nos llama “Ángeles de la Guarda” o “Ángeles Custodios.” Son expresiones bellas que indican una especie de protección o providencia de parte nuestra, y que reconocen, de vuestro lado, la necesidad de ser cuidados y provistos.
101.2. Usualmente esta providencia se mira en términos de los riesgos físicos. El cuadro típico es el del Angel que guarda de caer a uno o unos pequeños niños. Es una imagen tierna que infunde confianza y cercanía la corazón humano, pero que de ningún modo agota nuestra misión. Otras expresiones y verbos dicen un poco más: inspirar, interceder, dirigir, enseñar, y desde luego amar. Ha querido Dios que seamos expresiones de su amor, y que, en razón de este amor, realicemos toda otra obra.
101.3. Ahora bien, nuestras tareas pueden de algún modo clasificarse en dos grandes grupos: las que realizamos con conocimiento del custodiado y las que realizamos sin conocimiento del custodiado. Estas segundas, obviamente las menos conocidas, son las más intensas y continuas, precisamente en cuanto la bondad divina no es un accidente en la vida humana, sino el aire que hace posible que sigas viviendo. Hoy, sin embargo, quiero referirme más directamente al primer grupo, pues el futuro de santidad que Dios ha querido para su pueblo en una parte depende de que muchos bautizados tomen conciencia de que existen esas obras.
101.4. Lo que quiero decirte es que, en el futuro, no debería resultar tan “extraña” ni tan “singular” este modo de amistad y amor entre tú y yo. El final de los tiempos tendrá semejanzas con la plenitud de los tiempos: esta es una especie de “ley” de la historia humana que sirve para que entiendas muchas cosas. Es tan grande este parecido que, como sabes, Nuestro Señor en un mismo discurso se refirió al final de su tiempo, con la catástrofe que veía venir sobre Jerusalén, y el final de todos los tiempos (cf. Mc 13,5-27). Esto quiere decir que cuando se aproxime el retorno de Cristo a la tierra habrá señales análogas a las que acompañaron la Pasión de Nuestro Amado Jesucristo.
101.5. Una de esas señales es una presencia más abundante y, si me permites la expresión, más “natural” y “sensible” de los Ángeles, y también de los demonios. Por ejemplo, cuando Pedro fue milagrosamente liberado de la prisión —precisamente por ministerio de un Ángel: Hch 12,1-19—, y llegó a casa de Juan Marcos, la gente decía a la empleada de aquella casa: “será su ángel” (Hch 12,15), expresión que indica una cierta conciencia, aunque difusa, de que el mundo espiritual no es ajeno ni lejano a las realidades propias de la salvación humana.
101.6. Subraya, por favor, lo que acabo de decirte: los Ángeles no estamos lejos de la obra de la salvación humana. Es exagerado pretender que todo orden físico está tan impregnado de espíritus que resulta incognoscible a la inteligencia de los hombres; una afirmación así sería excesiva y dañosa, porque haría recaer en el temor servil y en la pérdida de la responsabilidad personal. Pero allí donde está en juego la gloria de Jesucristo y la eficacia de su Santísimo Sacrificio, allí siempre encontrarás Ángeles, porque no cabe que el Rey se vea privado de su corte.
101.7. Por eso, en la medida en que las horas del mundo se hagan más angustiosas será también más patente la intervención angélica, lo mismo que la interferencia infernal. Esto no debe causarte temor alguno, sino la conciencia de que la salvación que Cristo te regala abarca el Universo entero. Es claro que si nuestra intervención se hace más evidente, también tendrá que ser más consciente vuestra colaboración con nosotros, no por curiosidad ni por vanidad, sino por obediencia a Dios y por hambre de su gloria.
101.8. He aquí, pues, una de las responsabilidades que Dios tiene para ti: ¿A qué me envía Dios a tu vida? Ya ves que no se trata solamente de ayudarte. Desde que fuiste concebido, y en cierto modo, desde que potencialmente podías existir, ya había amor de Dios por ti, y en cierto sentido había ya un protodesignio que de alguna manera me involucraba a mí. Desde hace mucho tiempo te he ayudado, inspirado y protegido; eso no es lo nuevo. Ahora ha querido el Señor Dios que yo venga a ti de modo más explícito por tu propia salvación, como siempre, pero también porque las horas del mundo van a cargarse de angustia muy grande, y es bueno que tú, lo mismo que otros siervos de Dios eduquen al pueblo en el amor y cercanía a los Santos Ángeles. Si no lo haces, si la Iglesia no enseña pronto los caminos del amor y la perfección cerca de nosotros, vendrán maestros de tinieblas que con lenguaje seductor y pegajoso arrebatarán muchas almas de incautos y, llenándolas de confusión, las harán tropezar en la fe verdadera, hasta restar importancia a la Sangre del Cordero y olvidar el amor que ganó para ellos la gloria de los cielos.
101.9. Mi presencia, pues, es un regalo, pero también una responsabilidad para ti. Aprende pronto; ordena pronto y santifica pronto tu vida. Dios quiere que obres como los Ángeles: de modo casi imperceptible, pero certero, ágil, humilde, sabio, eficaz.
101.10. No temas. No temas nada. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.