La Venganza
Tenemos hoy, para nuestra reflexión, un sentimiento nada gratificante, que muchas personas han escogido como la solución de su vida: la venganza. Las personas envidiosas no se dan cuenta que este sentimiento, en ves de ser una solución gratificante nos conduce a la muerte pues, como dice un proverbio chino: “El hombre que opta por la venganza debe cavar dos tumbas”. La venganza es la respuesta más fácil e inmediata a una agresión recibida, ella busca siempre el ajuste cuentas y el rencor; sin embargo, intentar compensar el propio sufrimiento atormentando al agresor, a nadie ha hecho feliz. La obsesión del revanchismo en nada contribuye a sanar las heridas del ofendido, al contrario las agrava. Limpiar esos sentimientos es el primer paso, importante y decisivo, para emprender el camino del equilibrio y punto de partida del verdadero perdón.
Mi hijo enfermo de venganza: Una señora contó lo que le pasó a su hijo por ser incapaz de perdonar. Cuando, en 1985, asesinaron a mi hija yo quedé destrozada. Recibí la llamada telefónica de una sobrina mía, que vivía en los Ángeles, diciéndome: “Francisca está muerta. Le pegaron un tiro”. No recuerdo haber gritado, pero grité. Me preparé para salir inmediatamente para California; en el avión pensé que sería capaz de matar. Si hubiera tenido un arma y al asesino a mano, es muy probable que lo habría matado. Cuando bajé del avión, pensé, ¿cómo iba a recibir a mi hijo Daniel, que estaba por llegar de Hawai? Daniel era un sargento del ejército, adiestrado para matar.
A la mañana siguiente, cuando llegamos a la comisaría, lo único que nos dijeron fue que mi hija estaba muerta y que todo lo demás no era asunto nuestro. Lamentablemente, fue así durante todos los días que nos quedamos en los Ángeles. El coordinador de la sección de delitos violentos me dijo que si dentro de cuatro días no habían detenido a nadie, no debería esperar un arresto: “Tenemos demasiados homicidios en este distrito; les dedicamos cuatro días a cada caso.”
Mi hijo Daniel estaba enfurecido. Cuando le enteraron de que la policía no estaba realmente interesada en encontrar al asesino de su hermana, quiso ir a comprar una Uzi y acribillar gente a balazos. Nadie nos había preparado para lo que vimos cuando fuimos a recoger el automóvil de mi hija. Las balas le habían traspasado la aorta, el corazón y los pulmones; se había ahogado en su propia sangre. Murió el domingo temprano por la mañana. Recogimos el automóvil el martes por la tarde. Apestaba. A Daniel nunca se le quitó ese olor de la mente y tenía una pasión de venganza: quería realizar su propia justicia para con su hermana. Durante los próximos dos años y medio vi a Daniel irse cuesta abajo, y luego me encontré al lado de la tumba de su hermana cuando lo bajaron a él a la suya: finalmente se había vengado mediante su propia muerte. Me di cuenta de lo que hace el odio, la venganza: exige el precio máximo de cuerpo y alma.
La venganza es dulce pero dañina: En la venganza existe siempre un ajuste de cuentas: tú me has hecho este daño y debes pagar por él. Sólo sabiendo que el otro sufre igual desgracia, queda aliviada la conciencia del mal sufrido. El sentimiento obtenido por la satisfacción de haber conseguido vengarse se llama desquite, y en él percibimos el cumplimiento de la venganza.
El desquite es un sentimiento que produce satisfacción y placer, y por ello se dice que “la venganza es dulce”. Pero, es dañina para quien la ejecuta y contra quien se cumple; y en algunos casos, para la sociedad cuando es objeto de la venganza de un poderoso; o bien, de un pueblo enardecido que lleva a cabo un juicio sumario o un linchamiento sin más averiguaciones. La venganza es dañina porque en la práctica no se da de forma pura y aislada, ni pretende exclusivamente pagar un mal con otro mal en una proporción justa. Cuando se lleva a cabo, nuestra percepción generalmente está teñida por otros sentimientos y emociones que originan, la mayoría de las veces, reacciones desproporcionadas al mal sufrido, o al mal que creemos haber sufrido. Cuando se hace presente el odio ya no se desea únicamente hacer pagar el daño sino destruir a la persona o al objeto odiado. El odio hace que el individuo se mueva continuamente hacia el objeto odiado con el fin de destruirlo.
Respuesta voluntaria y consciente: el afán de venganza puede ser modificado porque en principio, es una reacción activa. No se trata de no enojarse nunca, de no responder ante los estímulos, porque una pasividad exagerada no es normal e incluso puede conducir a una enfermedad, si no es que ya es síntoma de alguna enfermedad; pero sí es importante que al detectar esos sentimientos, se haga un esfuerzo consciente para conducir esa carga emocional y conseguir reacciones más positivas hacia los demás y hacia uno mismo.
Insisto en la necesidad de realizar un esfuerzo consciente, pues a menudo cuando estas emociones no son modificadas a tiempo, pueden convertirse en actitudes permanentes. De esta manera, un sentimiento negativo como la envidia, por ejemplo, si no se modifica de forma consciente y oportuna, puede convertirse en resentimiento. Y, éste no utiliza su energía para crear algo positivo, sino para pensar, de manera casi obsesiva, en cómo vengarse. A la larga, el daño se lo hace a sí mismo.
La persona queda, así, esclavizada a un pasado que le paraliza para actuar eficazmente en el presente y le impide valorar un futuro real. En su imaginación, el futuro se percibe sólo como el tiempo en que la venganza será, ¡por fin!, satisfecha, y no como el lugar de los deseos y aspiraciones positivos que se lograrán al liberar el resentimiento para construir, ya en el presente, una vida futura más feliz.
En ocasiones, cuando la respuesta emocional es exagerada, la intensidad de la emoción llega a estrechar el campo de la conciencia y disminuye la capacidad para modificar voluntariamente una reacción. Esto sucede sobre todo cuando intervienen fuertes sentimientos de odio, envidia o celos, que ciegan casi completamente a la persona y la incapacitan para pensar con objetividad y serenidad. En tales casos, el deseo de venganza puede llevarse a cabo de forma brutal y completamente desproporcionada al mal sufrido.
El perdón es la mejor venganza: Hace algunos meses leía que ciertos tipos de cáncer como el cáncer en el páncreas pueden estar relacionados con el resentimiento o venganza potenciada. Las emociones negativas no traen nada bueno a nuestra salud física, emocional y espiritual. Si tu pudieses ver tus emociones en un espejo especial ¿crees que te gustaría como se verían? ¿Serian emociones de paz, confianza y amor o de odio, rencor, resentimiento, temor y dudas? Todos tenemos los dos tipos de emociones.
Si perdonamos seguramente tendremos mas emociones positivas. Generalmente cuando no perdonamos nos hacemos daño a nosotros mismos. No perdonamos porque tenemos resentimiento, acariciamos sentimientos de odio, amargura e ira en nuestros corazones. Esto puede ser consciente o inconscientemente. Generalmente es conciente no queremos perdonar, concientemente tomamos la decisión de no perdonar. Nos ofendieron mucho, nos hirieron, nos causaron dolor, nos hicieron sentir inferiores etc. ya sea merecido o no el odio, la ira y el resentimiento dañan mas a quien los experimenta que a quien se dirigen. Nosotros mismos somos los más afectados.
En la mayoría de los casos las personas que nos causan daño no esperan ser perdonadas, es mas a veces nos causan daño concientemente para hacernos sentir mal y que las odiemos. Imagínate que pasaría si en lugar de odio encuentran que nosotros somos seres humanos superiores y tenemos el don del perdón y podemos con toda franqueza sacar la amargura, los deseos de venganza, el odio y la ira de nuestros corazones y mostrar perdón verdadero.
El perdón es la mejor venganza porque hace que las personas que nos hirieron mal se sientan miserables ya sea que lo expresen o no. Es la mejor forma de venganza porque hace que las consecuencias negativas del rencor no puedan tocarnos en otras palabras quien nos trata de hacer mal no tuvo éxito. No podemos evitar que otros nos hagan sufrir ya sea en forma minúscula o grande pero podemos elegir si queremos perdonar o vivir amargura.