Actualización del 3 de Marzo
Artículos recientes sobre la 35ª Congregación general de la Compañía de Jesús y el P. Adolfo:
- Discurso del Papa a la Congregación General de la Compañía de Jesús
- Benedicto XVI pide a los jesuitas plena fidelidad a su carisma originario
- Saludo al Papa del nuevo general de la Compañía de Jesús
Artículo original:
Me unen lazos de amistad con la Compañía de Jesús: una amistad que permite ver de cerca muchas de las grandezas y bajezas de la Orden fundada por san Ignacio. Para mí es claro que una proporción escandalosa de ellos han desertado de la fe católica con el agravante de no decirlo sino de presentarse como reintérpretes de la fe o incluso como misioneros de un mensaje supuestamente más cercano al “núcleo” del Evangelio o de la vida de Jesucristo. Es claro también que la obediencia al Papa, en el caso de muchos de ellos, es ficticia, nominal o únicamente entendida en términos de “servir” al Papa diciéndole qué tiene que hacer y decir, para luego criticarlo sin piedad ni justicia cuando no piensa o actúa como ellos quisieran. El cuadro, pues, es sombrío, desesperanzador e incluso misterioso, porque yo, lo mismo que algún otro amigo que escribió recientemente, me pregunto cómo logran sobrevivir los jesuitas católicos viendo que lo poco o mucho que ellos logran hacer es anegado por la babaza herética de sus cohermanos.
La propuesta de Luis Fernando Pérez es drástica, como cabía esperarla: que intervenga el Papa, que declare extinta a la Compañía, que empiece de cero con unos cuantos bien leales. Es entendible esa propuesta; es el fruto natural de la impaciencia que produce ver tanta negligencia en las autoridades. Hay un punto en que uno siente que no actuar es ser cómplice, y en este caso la complicidad implica la salud espiritual de millones y millones de personas.
Sin embargo, no estoy de acuerdo con Luis Fernando. Como muestra de las razones de su ira este buen amigo presenta un par de textos del recientemente elegido superior general de los jesuitas, el P. Adolfo Nicolás, textos que se refieren a la evangelización en Asia. Da grima oír a un misionero, en este caso el P. Adolfo, decir que quiere ofrecer la experiencia ignaciana “quizá no formulándola en términos cristianos, que es lo que hacía Ignacio, sino yendo al núcleo de la experiencia.” Duele el malentendido que produce la otra frase citada: “Asia nunca logrará comprender cómo una Iglesia “humilde” pueda olvidar “otras vías de salvación” o juzgarlas “inferiores a la nuestra”.”
Y sin embargo, pienso que el P. Adolfo pone el dedo en la llaga, si bien su formulación, tomada literalmente, es sencillamente incorrecta desde el punto de vista teológico. Con todo, sugiero que tengamos en cuenta que ambas declaraciones están dirigidas al mundo cristiano occidental. La cuestión de los destinatarios es crucial aquí porque no se puede pensar que el P. Adolfo evangeliza con frases así; esas frases reflejan más bien el impacto que ha causado en él ver, por una parte, la arrogancia propia de nosotros los occidentales que gustamos de cabalgar sobre la razón “clara y distinta” para arrasar lo que no sea razonable, y por otra parte ver que hay una riqueza inmensa en las culturas a las que queremos llegar con el mensaje de Jesús.
A lo largo de los años he podido trabar conversación con misioneros en Oriente y por eso sé que las frases del recién elegido “Papa Negro” no son extrañas en absoluto. No tengo ni idea de si el P. Adolfo aceptaría mi corrección de su frase, pero estoy convencido de que lo que él proponía no era un cristianismo sin “términos cristianos” sino un cristianismo menos atado y más libre de los términos cristianos occidentales, es decir, menos dependiente de la racionalidad, la dialéctica y sobre todo el estilo imperialista que ha caracterizado a las oleadas misioneras en muchas latitudes.
En el mismo sentido va lo de la otra frase. A ver: nosotros, los cristianos, somos seguidores de Aquel que quiso ser sobre todo “manso y humilde de corazón.” ¿Es ese el rostro que presentamos al anunciar el Evangelio? ¿No es acaso cierto que en República Dominicana y en otros lugares de lo que hoy es América Latina indígenas hubo que pedían ser arrojados al infierno para nunca compartir un lugar con sus crueles encomenderos y “evangelizadores”?
Lamentablemente, por lo menos durante el segundo milenio del cristianismo, la norma ha sido que evangelizar consiste en: convencer la mente, controlar las instituciones, marginar las alternativas. Millones de personas han crecido sanas y felices dentro de ese esquema pero eso no lo hace necesariamente válido. Asia ha sido el gran mentís de esa propuesta. La China y la India, pero también Japón e Indonesia, miran con distancia ese paquete de propuestas que tiene tanta elocuencia como contradicciones.
¿Cómo evangelizaría Cristo a la India o a China? Es una pregunta que arde en muchos de nosotros. La verdad es que no tenemos una respuesta sencilla. Desde el año mismo de su elección el Papa Benedicto XVI ha querido presentar el cristianismo como una propuesta que no arrasa con nada de lo genuinamente humano y que sí levanta y protege y consolida todo lo propia de neustra raza. Ese lenguaje tiene que traducirse en una capacidad inmensa de escucha, muy cercana a la humildad del discípulo aquel que, no teniendo cómo explicar si algo bueno podía venir de Nazareth, fue capaz de llevar al otro frente a Jesús mismo. Asia, y en realidad casi todo nuestro mundo mira la cristianismo occidental como en aquella época se miraba al caserío de Nazareth, y se pregunta: ¿De ahí, de esa Roma, de esa Europa, de esos seminarios… puede salir algo bueno? Nuestra única respuesta ha de ser una pedagogía cargada de caridad, sabiduría y humildad, para poder conducir a todos al contacto vivo con el Hijo de Dios. No menos que eso pido yo que Dios conceda al P. Adolfo Nicolás.
Que todas las críticas con razón y sin razón que tan frecuentemente se le hacen a la Compañía de Jesús, en sus miembros y en sus instituciones, encuentren respuesta clara y verdadera en el recién nombrado superior de los jesuitas, padre Adolfo Nicolás. Para quien es necesario pedir a Dios que le regale no una actitud apologética, defensiva antes tales acusaciones, tratando de convencer a todo el mundo de la importancia de la existencia y de la de la labor que realiza la Compañía en el mundo, sino que su interés esté centrado en Dios y en todos aquellos a quienes Dios ama. Es el acompañamiento en la oración lo que necesita el P. Adolfo en estos momentos, pidiendo para él la ayuda y el auxilio del Espíritu Santo, en el cargo que le ha sido encomendado dentro de su Comunidad y de la Iglesia.
Que Dios bendiga al Padre Adolfo y a la Compañía de Jesús.
Fray Nelson- Yo, sinceramente no se como misionaría Nuestro Señor Jesucristo en Asia. Si que se lo que hizo San Francisco Javier quien sin duda se plantearía dicha cuestión y a mi me parece que tenía la suficiente capacidad y sobre todo Gracia para contestarla y aplicarla correctamente.
Lo que usted propone arriba me parece lógico. Quiero decir, que la manera occidental de ver las cosas y el mundo no tiene porque coincidir con la manera asiática y por tanto entiendo conveniente el adaptar el mensaje de la mejor forma para asegurar su comprensión y aceptación, sin de ningún modo alterar las bases fundamentales de la Palabra de Dios.
Creo que a lo largo de la historia las órdenes misioneras en general y los jesuitas en particular se han distinguido precisamente por esos esfuerzos de adaptación, y sirva simplemente como ejemplo la ingente labor de religiosos diversos en la preservación y traducción de la Palabra de Dios a lenguas nativas por todo el mundo, que luego ha tenido además reflejo, impacto y beneficio para las más diversas ciencias desde la etnología a la filología.
El peligro por otro lado es claro, y esto lo han advertido muchos papas y muchos santos, y es el de que con tanta “adaptación” en vez de cristianizar paganos, se paganice el cristianismo. Y creo también que ese peligro lo hemos visto realizado palpablemente en muchas instancias durante el s XX. Al final no solamente no se llevan almas a Dios sino que se acaba sustrayendo de la Salvación a cristianos que ya lo eran.
Dicho todo lo cual (perdone la extensión) le agradecería una barbaridad que, en la medida de lo posible, hiciera usted un esfuerzo por descender a lo concreto de sus propuestas. En el plano digamos “teórico” todo suena muy bien, pero… ¿Qué implica en el plano práctico?. Yo conozco Asia por haber viajado mucho por allí, pero no lo suficiente como para entender claramente la plasmación práctica de lo que usted plantea.