98.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
98.2. El paso del tiempo te va dando la idea y figura de la muerte; esta es una profunda realidad que no estás oyendo por primera vez. Muchas de las personas que tratas son una breve visita a tu vida, y a mucha gente que has visto, ya no la volverás a ver. Por varios de los lugares donde has estado ya no regresarás y hay personas incluso que murieron sólo horas después de verte; algunos otros partieron a la eternidad minutos antes de que te acercaras a sus ciudades, países o puertos. Sé que tú sabes todo esto, pero es saludable que lo recuerdes, y por eso es bueno que yo te ayude para que resuene en tus oídos.
98.3. El futuro, por su condición de incertidumbre, parece lejano y por eso extenso; el pasado, en cambio, en la crudeza de su longitud demarcada y fija, es como tiempo desnudado ya de su misterio, y por ello, necesariamente breve. Parte del misterio del tiempo es éste: que al ser comprendido se hace breve. Así te sucede que el tiempo futuro es incomprensible y largo; y el tiempo pasado, comprensible y breve.
98.4. Pero el futuro sólo se percibe como “largo” en la medida en que se descubre como “incomprensible,” es decir, como abierto a una pluralidad que te rebasa; y el pasado sólo se siente “breve” en la medida en que se te hace “comprensible,” es decir, comprendido entre los trazos grandes y firmes, pero finitos, de unos ciertos designios.
98.5. ¿Qué es un “designio”? Es el motivo de una voluntad. Su raíz es la misma que “diseño.” Cuando una persona “diseña,” su resultado no es solamente un “diseño,” sino, para cada caso particular, un “designio.” Podemos decir, en tu modo usual de hablar, que un “diseño” es algo, en principio, repetible, como un escritorio, o la arquitectura de un programa para equipos electrónicos. Un “designio,” en cambio, alude más a lo irrepetible, es decir, a aquello que toca la realidad de modo único y le da una nueva forma o un nuevo sentido, o ambas cosas.
98.6. Entender un “diseño” no suele ser demasiado difícil para la mente humana. “¿Por qué este circuito de este equipo se hizo así?” Preguntas de esta clase pueden ser respondidas por un experto en esa clase de circuitos: él sabe que con ese diseño se pretende un menor costo de fabricación, o un desempeño más rápido, o un servicio más amplio o robusto. Lo mismo vale para multitud de diseños, incluidos los que afectan la vanidad humana, como es el caso de la moda en el vestir o en la decoración.
98.7. No es tan sencillo, en cambio, entender un “designio.” En cierto modo, cada vida humana es un designio: es lo que cada quien ha diseñado para sí mismo, por una sola vez y para siempre. Cada persona, cada hombre y cada mujer, resuelve el problema de “vivir” de un modo que esencialmente sólo puede aplicarse a su caso. Todos atacan la misma cuestión —y las mismas grandes cuestiones: la felicidad, el deber, la convivencia social, entre otros—, pero cada quien da una respuesta distinta, no susceptible de repetición ni de intercambio.
98.8. Los diseños se entienden, por decirlo así, “desde fuera”: son obras que tienen su justificación ideal en razones externas a la subjetividad e irrepetibilidad del hombre. Incluso aquellas que llevan la “firma” de su autor, como pasa en las casas de moda, tal firma no es ya alguien, sino un “algo” que tiene una significación pecuniaria: porque es de tal persona se supone que tiene clase y estilo, y el derecho a valer más que otro. ¡Cuántas veces ese tipo de asociaciones en términos de precio son simplemente el resultado de las máquinas de opinión, es decir, de la modulación de los gustos producida por la publicidad, y entonces, en últimas, por una jugosa inversión!
98.9. Los designios, en cambio, se entienden “desde dentro.” Entender una vida, descubrir el motivo profundo de todo aquello que modela y modula la irrepetibilidad de la vida, no es cosa que pueda conseguirse al margen de los dramas y comedias que implican al protagonista. A la pregunta: “por qué te enamoraste de tal mujer?” no se puede responder en términos de nada repetible, porque esa mujer es irremisiblemente ella y sólo ella. Sin embargo, el cabal conocimiento de los amores, necesidades, gustos, aspiraciones, fracasos y proyectos del enamorado pueden dar una pista cierta hacia el motivo de semejante amor.
98.10. Vivir en Cristo no es sino vivir cada instante en el puro designio de Dios. El designio de Dios —no sería correcto decir “su diseño“— es Jesucristo. El futuro será largo e ignoto; el pasado breve e insuficiente; es preciso que el presente sea cristiano.
98.11. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.