El Rencor
(Mt 5, 38-39)
Les invito a reflexionar en un sentimiento muy perjudicial en nuestras relaciones, el rencor, que nos hace incapaces de perdonar. Ciertos sentimientos los Tenemos reprimidos o escondidos ciertos sentimientos desde la infancia o juventud hasta hoy. En muchas oportunidades esos sentimientos se somatizan y pueden manifestarse en forma de dolores de cabeza crónicos, problemas estomacales, dolores de espaldas, etc. Una persona decía que todos los días, a cierta hora, sentía dolor de cabeza. Se le dijo que recordara desde qué edad empezó a sufrir ese dolor y qué le aconteció en esa ocasión. Recordó que a los 7 años su padre lo había castigado injustamente. Él había mantenido desde entonces un rencor contra su padre. Ahora reconocía el posible motivo del castigo, perdonó a su padre y el dolor de cabeza desapareció, porque se liberó del rencor.
Con el avance de la tecnología el mundo ha sufrido cambios significativos, teniendo que pagar un alto precio por el desarrollo. Hemos descuidado nuestras relaciones, que se han deteriorado de tal manera que hoy ya no interesa el amor, el perdón, sino el placer, el pasarla bien, dando lugar a un crecimiento desmesurado de la indiferencia, de la violencia. Hoy estamos viviendo las consecuencias de ese desarrollo. Los cambios poco a poco han ido desmembrando la sociedad. La puesta en boga de la cultura del bienestar y la mentalidad capitalista son ejemplo de la perdida creciente de valores que hemos venido sufriendo.
La familia ya no es la institución donde se forma la personalidad y la moralidad de las personas que heredaran las responsabilidades. El rencor es como un verdugo, que ha ido destruyendo la familia, y haciendo sufrir a sus víctimas. Para poder perdonar, es necesario conocer nuestros sentimientos, cómo somos heridos y cómo creamos de nuevo el equilibrio emocional en nuestra vida lastimada. Va creciendo el número de personas que han dejado dañar sus relaciones, llenos de rencor, sin dirigirse la palabra, y sin poder verse ni en pintura. No saben el daño que se hacen a sí mismas, amargando su existencia.
Naturaleza del rencor: Rencor, según el diccionario, significa “encono tenaz, mala voluntad contra alguien”. Es una herida en el alma que trae sentimientos de infelicidad, de hostilidad, amargura, enemistad que enferman nuestra alma y arruinan nuestra vida. El rencor es como un veneno que vamos tomando a gotas a diario y que finalmente termina envenenándonos y destruyéndonos. Solo produce frustración, desesperanza, rompe las relaciones y produce problemas de salud. Muchas veces pensamos que el perdón, con el cual destruimos el rencor, es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
Cómo se forma el rencor: Casi todos creamos rencores en algunos momentos de nuestra vida. Pero hay algunas personas, demasiado sensibles, que se deja afectar más por las circunstancias y se enfrentan a situaciones dolorosas desarrollando casi permanentemente rencores. El rencor es un proceso en tres etapas: tomar las ofensas de una forma exageradamente personal, culpar al ofensor por nuestros sentimientos, y crear una historia de rencor.
Cómo tratar el rencor: Piense en una herida personal, que le ha creado rencor y vea cómo le aflige ahora. Cierre los ojos y piense en ese doloroso suceso por un momento. Recapacite o escriba brevemente sobre esa experiencia. Cuente lo que le pasó. Descubra cómo se formó el rencor y cómo usted ha sido incapaz de manejar el dolor emocional. ¿Le entrega demasiado tiempo o lugar en su corazón? Una secretaria del departamento de una compañía aérea era víctima de una presión constante y de agresividad por parte del gerente, lo cual le causaba estrés, ansiedad y cierto rencor. Un día supo que un hijo del gerente sufría una enfermedad grave y que por ese motivo él vivía siempre preocupado y, por eso, era agresivo en su trabajo. Desde aquel momento la secretaria empezó a mirar al gerente con más comprensión y comenzó a ayudarlo. A partir de entonces, ella no fue ya aquella mujer estresada, preocupada y rencorosa.
El peso del rencor: Un maestro pidió a sus alumnos que llevaran a la clase unas papas y una bolsa de plástico. Ya en clase hizo que eligieran una papa por cada persona a la que guardaban resentimiento. Todos escribian su nombre en cada papa y la ponían dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas por la abundancia de papas. El ejercicio consistía en que durante una semana llevaran consigo a todo lado esa bolsa de papas. Naturalmente las papas se iban deteriorando con el tiempo. El fastidio de acarrear la bolsa en todo momento nos mostró claramente el peso espiritual que cargamos a diario y cómo, mientras atendíamos a la bolsa, desatendíamos cosas más importantes. Todos tenemos papas pudriéndose en nuestra “mochila” afectiva. Este ejercicio me ayudó a darme cuenta del precio tan caro que pagaba a diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y no podía cambiarse. Me di cuenta que cuando me llenaba de resentimiento amentaba mi estrés, no dormía bien y mi atención se dispersaba. En cambio el perdón me liberaba de ataduras que amargan el alma y enferman el cuerpo. Perdonar y dejar el resentimiento me llenó de paz y calma, alimentando mi espíritu. La falta d perdón es como un veneno que tomamos a diario, gota a gota, y que finalmente termina envenenándonos.
Cuánta energía invertimos entreteniéndonos en contemplar esas heridas y qué poca en los buenos sucesos. Nos obsesionamos en lo malo y olvidamos lo bueno que nos sucede. Vemos canales de terror, de sexo, de violencia, de rencor en nuestra vida, pero no nos detenemos en la belleza y en la bondad de tantos sucesos personales. Podemos escoger el canal del rencor, o sintonizar el del perdón. De cada quien depende. Si quiero, puedo sintonizar los canales que me ayuden, no solo a sentirme bien, sino a controlarme, a normalizarme. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que el primer beneficiado soy yo mismo. El perdón es una expresión de amor, nos libera de ataduras que nos margan el alma y enferman nuestro cuerpo. La falta de perdón es el veneno más destructivo para le espíritu, pues neutraliza los recursos emocionales que poseemos. La persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no sucedieron de la manera que pensabas. La declaración de perdón es la clave para liberarte. Aligera tu carga con el perdón y estará más libre para moverte hacia tus objetivos.
Receta de oración por la persona en cuestión: Solo con oración por la otra persona haciéndose capaces de perdonar se curarán los dos. Había una vez una suegra que odiaba a su nuera y a los hijos de ésta. Ignoro la causa de tanto rencor. La nuera, señora de cinco años de casada, sufría mucho con este problema. Un día consultó a un especialista cómo debía proceder con su suegra. La respuesta fue: rece por ella con toda su alma deseándole de corazón lo mejor. Pida lo mejor para ella, pídaselo a Dios con toda sinceridad aunque le cueste mucho. “Me va a costar sangre, pero lo voy a intentar”, fue la respuesta. Nunca se imaginó esta mujer que iba a recibir un consejo semejante. Pero lo aceptó y lo puso en práctica sin ponerse una fecha para concluirla, porque parte de la receta era no ponerle limite. Pasados dos meses la mujer pidió hablar con urgencia con el especialista, “¿Se acuerda de mi suegra y del consejo que me dio de rezar por ella? Pues ha sucedido un milagro. Mi suegra ha venido a mi casa, algo que nunca había hecho, y me ha tratado a mi y a mis hijos con tanta amabilidad que estoy anonadada y no lo puedo creer, es otra persona conmigo”. Si tienes alguien a quien guardes rencor o alguien que te odia y quieres superar ese problema haz lo mismo y te asustarás de los resultados. No debes guardar rencor hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz: perdona y olvida.
Al rezar por la otra persona ablandas tu relación hacia ella, ofreces tu mano, limpias tu corazón de ese veneno del rencor y sin que la otra persona sepa cómo ni porqué va reaccionando poco a poco de la misma manera. Percibe que el veneno de su alma se va, que su corazón se ablanda y sus sentimientos hacia ti empiezan a cambiar de amargos en dulces. Es una ley que funciona. No digo que no cueste, porque si alguien te ha hecho una ofensa grave, no es fácil que reces por ella. Hay que pagar ese precio. Si este precio te resulta muy alto y prefieres seguir enojada y llena de rencor, pagarás un precio diez veces mayor. Te amargarás la vida y nada lograrás. La situación seguirá igual o peor.
Los rencores y el perdón: El rencor nos endurece y nos acoraza para protegernos. El perdón nos ablanda y nos libera de nuestro pasado negativo. Una percepción apegada al pasado nos impide no sólo vivir libremente el futuro sino también el presente. Alguien decía que “toda enfermedad procede de no haber perdonado algo”. Así, pues, la falta de perdón nos hace enfermar. La enfermedad es desarmonía, y el perdón es regreso a la armonía. Perdonar significa renunciar al pasado y a una visión parcial y errónea de la realidad. La primera persona a quien hemos de perdonar es a nosotros mismos, y no podemos hacerlo si no somos capaces de perdonar a los demás. Paradójicamente, tampoco podremos perdonar a los demás si no nos perdonamos a nosotros mismos. Para practicar el perdón no es necesario que sepamos cómo perdonar, basta con que estemos realmente dispuestos a hacerlo; el Señor se encargará automáticamente del resto. Con qué personas estoy resentido? ¿A quiénes no puedo perdonar? ¿Soy acaso infalible para no perdonar los errores ajenos?