92.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
92.2. El amanecer tiene una enseñanza para ti. Todo está oscuro, y las cosas están y existen, pero como si no estuvieran. Sus mensajes, es decir, aquello que dicen con la duración que Dios les dio, están como ausentes. La noche se parece al vacío: es como si todos se hubieran ido. Los primeros resplandores del alba te dejan ver las siluetas de las cosas, pero todo su misterio queda aún por descubrir.
92.3. La negra tiniebla da paso a los pardos y grises, y después a tenues colores que aún se confunden con la bruma de aquella hora primera. Despunta luego el sol, y con sus primeros rayos hiere de muerte a la noche, que ya pierde terreno irremediablemente. La figura de cada cosa se dibuja y todo sucede como si un ágil y diestro pintor recorriera el paisaje más rápido que la misma luz, y fuera vistiendo de brillo y de vida todo lo que descubren tus asombrados ojos.
92.4. Unos minutos más, y lo que era un paraje sombrío y un elogio a la nada se ha convertido en un cuadro de luces y un espectáculo de matices, texturas, relieves y una catarata de formas que desafían tu imaginación y tu memoria. En efecto, no hay dos días iguales. Dios tiene demasiada creatividad como para repetirse en esas sinfonías de amor que ofrece a sus hijos, los hombres.
92.5. Si pudieras disfrutar con toda su fuerza el día que Dios te regala, si pudieras tú recibir cada día con el mismo amor con que Dios te lo entrega, te bastaría el amanecer para sentirte amado por encima de toda palabra y de toda medida. Y de aquí brotaría para ti —o para cualquier hijo de Adán que hiciera este mismo ejercicio— un manantial de alegría irreprimible, continua, esplendorosa, exuberante.
92.6. ¿Por qué no sucede así? Evidentemente porque te faltan ojos para tanta hermosura y corazón para tanta belleza. “¿Y qué puedo hacer?,” te preguntarás con razón. Y yo te respondo: empieza por un ejercicio pequeño, casi insignificante. Comienza por aprender a distinguir. Busca lo que es diferente, lo que es peculiar y distinto de cada día. Francisco, el Pobre de Asís, hizo por años este ejercicio y así alcanzó gracias muy altas de contemplación: cuando entendió que no había dos flores iguales, consideró como hermoso deber de su corazón buscar siempre qué regalo particular le había dado Dios a una para hacerla distinta de la otra, de modo que lo que eran dos partecitas de dos humildes plantas, de repente, ante sus ojos enamorados, se convertían en dos proclamas y heraldos de la majestad del Señor de todos.
92.7. Algo así es lo que tú necesitas, aunque no sólo con las florecillas, sino sobre todo con las personas, con las palabras, con los libros y las ideas, con los afectos, las esperanzas y los sueños, con el estilo de un escritor y el ritmo de una canción. Descubre, hermano, descubre al Director de esa orquesta maravillosa que es el mundo creado; descubre las partituras que ha dado a cada instrumento y gózate cuando llegue tu momento.
92.8. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.
fray Nelson que bueno saber que la iglesia esta tomando la teología, no solo aplicada a el estudio de lo mistico, sino que esta aplicando o mejor, dando a conocer un DIOS trascendente a una generacion limitada y free, la labor no es fácil, por eso esta en mis oraciones sus enseñanzas, DIOS le bendiga y saludos desde la univarsidad santo tomás en Bogotá, desde la facultad de cominicación social para la paz vi semestre .
mi blog: http://edwinaraquebest.blogspot.com
paz y bien