Una profunda sensación de trascendencia embarga mi alma a esta hora; algo inmenso y bello; una dulzura cargada de seriedad augusta; una ternura que apenas cabe en palabras y que me mueve a un respeto inmenso hacia todo lo que existe.
De repente, es como si todo me pareciera digno de grande atención y también de algo que sólo puedo describir como veneración: sí, veneración, unida a un amor a la vez suave y fortísimo, que me envuelve en oleadas de gratitud y cercanía.
Es también una sensación de transparencia; quiero decir, como si las cosas, todas las cosas, se volvieran de cristal, y la luz que las sostiene empezara a asomar desde adentro mismo de ellas. No es esta una luz exterior sino algo así como si las cosas mismas estuvieran hechas de luz.