La conversión de san Pablo no consistió en dejar unos vicios sino en dejar todo un proyecto de vida, típico del fariseísmo, que pretendía atraer el Reinado de Dios a través del esfuerzo de nuestra voluntad por ser buenos. Pablo descubre que sucede al revés: no nos hacemos buenos para recibir a Dios sino que al recibirlo Él con su bondad nos transforma. Dios que se dona, Dios que se da como “gracia”: tal es la comprensión primera del Espíritu Santo en los escritos del gran apóstol.
62. Una Voluntad Sencilla y Directa
62.1. El lenguaje es expresión de la vida. Te escucho decir “yo quisiera…,” y te pregunto: ¿Por qué no “quieres” simplemente? Los actos de la voluntad se hacen más perfectos cuanto más simples y directos. Espero que pronto comprendas la fuerza y belleza que tiene una voluntad llana y limpia, recta y nítida.
62.2. Mira conmigo el ejemplo que te da Jesucristo, cuando aquel leproso se acerca y le dice: “Si quieres, puedes limpiarme,” y Nuestro Señor obra el milagro con una sola palabra, expresión de una sola voluntad: “¡Quiero!” (Mc 1,40-42).