42.1. Ven, alabemos el Nombre Santo de Dios.
42.2. Aunque es verdad que soy yo quien “va” donde tú estás, también es verdad lo que hoy te he dicho: “ven,” porque el éxito de mi misión no está en que yo resulte semejante a ti, sino en que tú te asemejes a mí, quedando siempre claro que tú eres tú y yo soy yo.
42.3. “¡Ven!,” esta es la invitación más profunda de mi amor de amigo; es el eco en el Cielo de aquello que dices al celebrar la Santa Misa: “¡Levantemos el corazón!.” Y de eso se trata, mi hermano y amigo, de levantar el corazón, de buscar con la luz de la sabiduría la sede propia de tu amor.
42.4. Este es uno de los ministerios que Dios nos ha encomendado. La meditación que haces en la adoración, obediencia, pureza y fortaleza de los Ángeles te sirve no sólo para conocernos, sino para levantar el corazón. El que pasa su vida pensando en la tierra y sus placeres apaga las centellas de cielo que Dios no deja de enviar a toda creatura racional. Al contrario, quien medita a menudo en las bondades y perfecciones del Cielo adquiere la justa medida en el trato de lo terreno y lo celestial. Esto quiso significar Pablo cuando habló del juicio de los que son “espirituales” (1 Cor 2,14-15).
42.5. Puedo entonces ayudarte a levantar el corazón y para ello quiero hoy entreabrir para ti algo de la realidad de nuestra vida angélica. Necesariamente mis palabras han de dirigirse a todo tu ser, primero porque es difícil un discurso totalmente abstracto, es decir, que no roce tu imaginación, y segundo porque es mejor que nos conozcas por vía de analogía; así evitarás más fácilmente los peligros de la vanagloria —si sintieras que “ya” nos conoces— y lograrás una visión más completa de la unidad del designio creador de Dios, designio que abarca desde las creaturas más elementales o más pecadoras hasta las más altas o más santas.
42.6. Nosotros, pues, no somos un “mundo” separado del mundo, aunque nuestro ser es inteligible sin el mundo corpóreo. Más bien has de decir que la inteligibilidad del mundo corpóreo está en relación y proporción de nuestro ser angélico. Entender es claramente distinto de ser, en las creaturas, pero entender lo corpóreo te aproxima al ser de lo incorpóreo.
42.7. Por eso algunas inteligencias humanas esclarecidas por el Espíritu Santo pudieron hablar del gobierno de Dios sobre el mundo a través del ministerio de los Ángeles. Esta idea despierta risa y burla en algunos de tus contemporáneos, pero eso no nos hace daño a nosotros sino a ellos.
42.8. El Universo, que es un modo de hablar del conjunto del designio divino, no es una máquina. Aquello que ha nacido de una voluntad libre y llena de amor, y que es conservado en la existencia por benevolencia y más amor, y que está destinado a través de la redención a la plenitud del amor, ¿cómo podría ser comparado con la frialdad y fatalidad del cumplimiento de unas “leyes”? El Universo no es una máquina; es un jardín lleno de vida, es una obra pletórica de inspiración, es un canto a mil voces.
42.9. Lo que sucede es que la inteligencia humana, si se desconecta de su búsqueda propia, que es la Sabiduría Divina, es decir, el Verbo, toma como firmes y definitivas las regularidades que descubre en la materia, y entonces da el nombre de “leyes” a esos hallazgos de su entendimiento. No es malo empeñarse en esta búsqueda, lo malo es la creencia de que al final de este camino, hecho por vuestras solas fuerzas, hay un puñado de afirmaciones necesarias e ineluctables que darían razón de todo. Esta creencia, que no tiene sustento en la ciencia rigurosa y verdadera, es la que se opone a la fe en Dios, y luego a la fe en el ministerio que los Ángeles tenemos en la creación visible.
42.10. Imaginan algunos que nuestra obra, o mejor, el discurso sobre nuestra obra, sería un modo de prolongar o justificar la ignorancia o la pereza intelectual, con todo lo que esto conlleva de recurso a la superstición y luego a la violencia. Aunque así haya sucedido alguna vez o algunas veces, ¡no fue nuestra falta! El error estuvo en aquellos que extendieron tanto su imaginación que nos miraron como seres caprichosos o fantásticos que movían las cosas a su gusto y ataban o alejaban a los hombres. ¡Triste y desafortunada imagen que nos rebaja al nivel de las antiguas y falsas deidades paganas! Semejante caricatura ha hecho un grave daño que tú puedes ayudar a sanar.
42.11. Te repito: nuestro ser destella en la inteligibilidad del mundo visible. Para que lo entiendas un poco mejor déjame utilizar esta comparación. Las letras que usas para escribir estas palabras deben guardar ciertas normas, dadas por la ortografía, la gramática y la sintaxis. Siguiendo estas leyes es posible expresar un sentido, es decir, una inteligibilidad que no podía deducirse sin más de la ortografía, la gramática y la sintaxis. Pues bien, estas tres ramas del estudio lingüístico son como las “leyes” de la naturaleza que descubren los científicos, y ese “sentido,” expresado según ellas pero también más allá de ellas, es como el despuntar o destellar del Ángel en la creación visible. Es posible decir que el Ángel “gobierna,” o mejor, es “Ministro del Gobierno Divino,” porque, así como no es la lingüística la que te ordena qué debes decir, así tampoco son las leyes naturales las que conducen al Universo a su plenitud. Tal dirección la da nuestro ministerio, lleno de inteligencia y amor recibidos de Dios.
42.12. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.